Una historia de medias verdades y grandes mentiras

El alcalde recordó en la Gran Sala de Conciertos aquella tormenta voraz: llovía sobre Buenos Aires, el arroyo Maldonado se había desbordado y Rodríguez Larreta avanzaba con el agua hasta la cintura mientras oía los insultos de un vecino a quien la corriente le había arrebatado el auto. No hizo falta explicar mucho; el gabinete nacional ampliado que se daba cita el jueves en la Ballena Azul del CCK captó de inmediato el mensaje motivacional: a pesar de los in-sultos y el escepticismo, seguimos adelante, construimos una gran obra y Juan B. Justo nunca más se inundó. La parábola, sin embargo, revela el lugar exacto en el que el oficialismo se percibe: bajo un diluvio de críticas, en medio de una tempestad y con el agua todavía lejos del cuello, pero rozándole el ombligo. Es que, como señaló esta semana el escritor Juan José Millás: "Las cosas no van bien, como dice el Gobierno. Ni mal, como digo yo. Van bien y mal a la vez". No se refería a la Argentina sino a España, pero el concepto sirve para describir un momento dual y ambiguo. Que tuvo su perfecta condensación cuando la diputada kirchnerista María Cristina Britez interrumpió al presidente constitucional en pleno discurso para entregarle una bolsa de yerba, asegurarle que mentía acerca de la recuperación de las economías regionales y denunciar que vivía en una "realidad virtual". La legisladora pertenece a La Cámpora, que durante años calló vergonzosamente las crisis regionales provocadas por Kicillof y que participó con alegría en la delirante realidad paralela creada por Cristina Kirchner. Esa hipocresía no borra, sin embargo, algo que le compete a Cambiemos: algunas economías regionales se recuperaron, pero otras permanecen bajo la dramática línea de flotación.

Un ocurrente ciudadano dijo estos días en Twitter que los peronistas te incendian la casa y luego se presentan a venderte un seguro contra incendios. La autoridad moral de los críticos es muy baja, pero eso no implica que algunos de sus señalamientos no sean ciertos. Y esa doble verdad atraviesa y explica hoy casi todo el teatro político. La presurosa adhesión a la ofensiva sindical por parte de Osvaldo Cornide llama a risa y a tristeza. Hombre de relaciones vidriosas con la dictadura, compañero de tenis de Menem y luego cómplice entusiasta del mismo kirchnerismo que estancó la economía y quebró el Estado, hace unos meses se despellejaba las manos aplaudiendo la ley Pyme que anunció Macri y ahora corre presuroso a plegarse a los...

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