La historia clínica de los gobernantes, un asunto público

La salud de un primer mandatario es, sin excepción a lo largo de la historia, una cuestión de Estado. No importa el momento ni la patología en cuestión: hasta en casos de enfermedades tan íntimas, como el cáncer de próstata -que cualquier ciudadano tendría el derecho de preservar en la intimidad-, si el paciente viene con investidura presidencial, su pronóstico se convierte de inmediato en un asunto público.Sucedió así, por ejemplo, con la salud del canciller alemán Helmut Kohl, cuando a pesar de los intentos del gobierno de su país por ocultar su padecimiento, la noticia salió a la luz en la portada del semanario local Der Spiegel. En ese entonces, el asesor de prensa del canciller, Andreas Fritzenk Ötter, desmintió de forma categórica que Kohl padeciera ese mal, y llevó el caso hasta los tribunales alemanes. Pero la Justicia falló en favor del semanario, alegando que la salud de un primer mandatario no puede ser mantenida en secreto.En la misma lista que Kohl, se inscriben las reseñas de varios gobernantes. Como John Fitzgerald Kennedy, que murió a los 46 años con una imagen pública que irradiaba bienestar y salud. Pero la historia clínica del entonces presidente de los Estados Unidos escondía una serie de patologías como la enfermedad de Addison (una deficiencia hormonal causada por daño a la glándula adrenal), y dos operaciones que pusieron en riesgo su vida. Ninguna de estas afecciones se hizo pública y, después de su asesinato, todo quedó en el olvido.Males físicos y mentalesOtros líderes de los Estados Unidos como Ronald Reagan, Franklin Roosevelt y Woodrow Wilson también forman parte de este debate, con problemas que afectaron tanto su salud física como mental.Tal es el caso de Reagan: recién en 1994, y en vísperas de elecciones, el...