Los otros hijos de los 70

Así como Raúl Alfonsín le tocó ser el presidente de la transición entre la tenebrosa noche de la dictadura y la luminosa democracia renacida en 1983, es posible que la historia le tenga reservado a Mauricio Macri otra árida transición: la de intentar que la Argentina se termine pareciendo a los países desarrollados, con reglas claras para producir, pero, al mismo tiempo, con equidad social.

Tendrá que convertirse en el catalizador de la transformación cultural que convenza tanto a ciudadanos de a pie como a encumbrados empresarios que el Estado no puede subsidiarlo todo. Su foco deberá estar puesto en superar la pobreza estructural mediante la creación de puestos de trabajo permanentes de calidad y en cantidad (como dijo ayer en su conferencia en el Vaticano), algo que dejó de ocurrir desde el menemismo.

Si los conservadores, en los años 30 y principios de los 40, apelaron al "fraude patriótico" para mantenerse en el poder, el rancio populismo apela a un todavía más criminal "fraude social" que consiste en la "fabricación" y mantenimiento de pobres que dependen para subsistir exclusivamente de las limosnas siempre insuficientes de un Estado paternalista que encima se publicita con ellos y de esa manera alimenta su maquinaria electoral, como se constata en el derrape sin fin de Venezuela.

"Macri es el último de lo viejo que abre la puerta a lo nuevo", conjetura uno de sus colaboradores más cercanos. Es que si bien en sus raíces lejanas Pro tiene innegable ADN conservador, la sucesiva yuxtaposición de dirigentes de distintas corrientes y las experiencias que le tocó enfrentar lo ha vuelto más pragmático y menos atado a rígidas ideologías. De ahí su creciente heterodoxia y capacidad para corregir sus propios errores al no ser esclavo de ningún dogma determinado del que dependa y al que deba ajustarse.

Pero hay algo más audaz todavía: los intelectuales que piensan en las características del poder que nació el último 10 de diciembre se animan a arriesgar que ellos también son "hijos de los 70". Que en paralelo a la generación de la lucha armada, floreció otra -que es la que realmente triunfó- sin derramar sangre. Es la que creció al calor del hippismo, fue atravesada por el rock y protagonizó una verdadera revolución de las costumbres y de la tecnología.

"Nosotros somos hijos de una sociedad más horizontal, menos jerárquica -aportan desde una de las usinas intelectuales de Cambiemos-; nos nutrimos de otra contracultura: los tipos del Di Tella y...

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