El héroe moral, los patoteros y un pacto patriótico

"Cuidate -decía la voz en el teléfono-, sabemos dónde vivís." Los llamados anónimos se producían cada vez que Agustín Salvia daba a conocer las conclusiones del Observatorio de la Deuda Social y contradecía con números el relato paradisíaco de la inclusión kirchnerista. Esas amenazas se combinaban con otras agresiones infames: descalificaciones públicas desde el gabinete nacional, ataques coordinados por pirañas en medios y redes sociales y presión directa a las compañías que aportaban fondos a la UCA. Temerosos de las represalias anunciadas, varios de esos empresarios pidieron no figurar más como patrocinadores; esa misma praxis obligó a que muchos centros de investigación fueran cerrando en la Argentina durante esa década del miedo y la farsa.

Salvia debió acudir a distintos despachos oficiales a dar explicaciones y a someterse a despectivos interrogatorios: le decían que su metodología era errada y luego llamaban a la universidad para frenar o posponer los informes. Un ministro le dijo en la cara que conocía su carrera profesional en el Conicet y también el financiamiento público que necesitaban sus proyectos: "Le recomiendo que lo piense con la almohada", le sugirió sin pestañear. De hecho lograron, con toda esa batería de aprietes y hostilidades, que se fuera creando una corriente académica adversa; algunos de sus colegas comenzaban a decir: "¿Qué le pasa a Salvia que se equivoca tanto? ¿Por qué trabaja para la derecha?". Aunque algunos profesores kirchneristas lo apoyaban por lo bajo, el sociólogo tenía todo el tiempo que defenderse de una sospecha instalada.

Las cosas se complicaron para los cristinistas cuando debieron virar y abrazarse a la sotana del papa Francisco (Bergoglio respaldó siempre el trabajo de Salvia), y más tarde, cuando Mauricio Macri ganó las elecciones y el vilipendiado informe de la Deuda Social fue tomado como palabra santa por el kirchnerismo, eso sí: recortando y omitiendo cuidadosamente la parte de la pobreza que les tocaba en suerte. Que era casi toda. El veredicto del Indec renovado, que calca los resultados del Observatorio, le dio finalmente la razón a Salvia, que es el héroe moral de toda esta historia. La destrucción de las cifras no sólo confirma la culpabilidad del gobierno anterior en su desesperado intento por ocultar su fracaso, sino que recuerda el nivel de delirio autoritario que alcanzó ese régimen. Las indignantes presiones y amenazas que recibió Salvia agregan otro ingrediente: la lógica del...

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