Hermafrodita

Mayra Bonard y Carlos Casella, en "Hermafrodita"

"Tengo que hablar de cosas que para muchos no serán más que absurdos increíbles; porque sobrepasan, en efecto, los límites de lo posible", escribía en sus memorias Herculine Adelaide Barbin, una persona intersexual -definiríamos hoy, ajustados al manual de "cómo lo digo" que se va reescribiendo con los avances de este siglo -, nacida en París en 1838 como mujer y más tarde considerada varón (Abel Barbin).

El diario habla de su infancia en instituciones religiosas para huérfanos y enfermos, del ingreso a los 15 años -tras el reencuentro con su madre- en la escuela que la convertiría en una institutriz ejemplar, de ese pasaje de pupila a maestra, de su relación con Sara, que le prodigaba mil delicadas atenciones, y de lo que vino después. "A esa edad en que se desarrollan todos los encantos de la mujer, yo no tenía ni el aire lleno de abandono ni la redondez en los miembros que revelan a la juventud en flor. Mi tez, de una palidez enfermiza, denotaba un estado de sufrimiento constante. Mis rasgos tenían una cierta dureza que era imposible ocultar. Un ligero vello que se acrecentaba todos los días cubría mi labio superior y una parte de mis mejillas. Se comprende que esta peculiaridad diera pie a bromas que quise evitar utilizando tijeras a modo de cuchillas. Sólo conseguí, como era natural, espesarlo más y hacerlo más visible todavía".

Era fines de enero de 2020 cuando por primera vez supe de esta historia. Se estrenaba en el auditorio del Malba Hermafrodita . Una pareja de experimentados bailarines coreógrafos se ponía en la piel de dos conferencistas -Mayra Bonard y Carlos Casella- y encontraban un lenguaje para relatar la inquietante vida emocional y amorosa de Herculine. En plena tarde de verano porteño, el estreno en el marco del festival FIBA tenía carácter de avant premier , sin más funciones hasta que comenzara la temporada. No estaba en los planes de nadie que semanas después se acabara (prácticamente) el mundo como lo conocíamos, que entráramos en ese paréntesis obligado de casi dos años sin teatros.

Algo extraño, sin embargo, me dejó prendida a esa obra de Alfredo Arias, una de las últimas representaciones "en vivo" que vi antes de la "virtualidad" total: el ticket de entrada (un rectángulo de cartón estándar, fondo...

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