La herencia en la que nadie quiere pensar

MADRID.- "El problema que tiene hoy la Argentina es que todos saben lo que hay que hacer, pero nadie lo va a hacer." Con gesto resignado, uno de los más grandes empresarios españoles sintetiza el panorama que encontró en su última visita a Buenos Aires para tantear el clima que dejaron las elecciones legislativas.No le preocupan tanto la deriva del gobierno kirchnerista, el misterio sobre la salud de la Presidenta ni la novelesca saga de intrigas palaciegas: como a tantos otros hombres de negocios de dentro y fuera del país le cuesta imaginar con optimismo el recambio en la Casa Rosada."Tú hablas con Massa, con Scioli o con Macri, y te cuesta encontrar un solo matiz diferente en las recetas para que el país enderece el rumbo económico y mejore el clima social -relata el ejecutivo-. Incluso hombres sensatos del Gobierno, como De Vido o hasta Moyano, piensan parecido. Pero en los próximos dos años se van a matar entre ellos para ver quién llega, y el que gane se va a encontrar sin mayorías claras y con demasiados rivales dispuestos a ayudarlo a fracasar."La hipótesis parte de la certeza de que el kirchnerismo en su previsible ocaso no se encargará de desactivar las bombas que creó por acción u omisión en sus 10 años de poder casi absoluto. El heredero recibirá una Argentina todavía con deuda en default (con el Club de París y tal vez también los fondos buitre), una inflación imparable, un déficit energético elefantiásico que compromete las cuentas públicas y seca las reservas, una necesidad acuciante de capital extranjero (mientras siguen pendientes litigios internacionales con inversores expulsados del país), la maraña de subsidios al transporte y una creciente...

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