Haendel, sibarita y desmesurado

En 1979, Evan Jones publicó A food lover's companion, un compendio dedicado a las artes culinarias y a los goces de la bebida que tuvo tan buena recepción que desde entonces ha sido ampliado y muy vendido en sucesivas reediciones. En sus casi mil páginas, el libro define términos culinarios, aporta recetas de alta cocina e incluye varios apéndices con números, lugares, nombres de restaurantes y cocineros, tablas con cantidades de calorías e infinitos datos sobre el mundo del buen comer y el mejor beber. Pero, además, aparecen innumerables historias de diferentes grados de veracidad. En este sentido, podríamos clasificarlas en cuatro grupos muy generales, el de las plenamente documentadas, el de las factibles, el de las sospechosamente inciertas y el de las indudablemente inverosímiles. Dada la reconocidísima afición que Haendel tenía por el buen comer, la historia que figura en el libro bien podría estar en la segunda de las categorías. Cuenta Evan Jones que en cierta oportunidad, en Londres, tal vez luego de algún mal ensayo, algún entuerto o...

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