Guardianes de la triple frontera palermitana

Si tuviera que situar el lugar exacto donde mi barrio defiende su historia, sería ahí. En la orilla de Villa Crespo, justo en el límite donde se mezcla con Palermo y Almagro, hay un bar que existe desde hace cien años; Carioca se llama.En una mesa del salón Juan Carlos completa crucigramas y, sentado a su lado, José lee el diario. Hoy, como cada sábado -como siempre-, los hermanos comparten un café que dura toda la mañana.Ellos, que viven a tres cuadras desde que nacieron, se conformaron hasta que fueron mayores de edad con mirar el mundo del Carioca desde la calle, mientras el padre -el hielero del barrio- "hacía lo suyo". "Como en el tango: de chiquilín te miraba de afuera?", me dice José con una mueca arrabalera cuando me acerco de la nada y le pido que me cuente cosas. Uno tiene 70 años y el otro 76, pero los dos se entusiasman como chicos al recordar en voz alta.A mediados de los años 50, las mesas no eran de madera, sino de mármol. Era un bar de hombres, de rudos. Bebe, Palola, el Pistolero. A Bisagra lo mataron ahí nomás, pero andaba en otra banda. El más guapo de todos los del Carioca era el Bandido. A ese sí que lo respetaba hasta la policía. El tipo trabajaba en Obras Sanitarias, era malísimo, pero honesto. Y cuando un oficial le pedía documentos él decía que no, que era tan derecho que no tenía ni que demostrarlo. Una noche lo vinieron a buscar con una escopeta; él fue a la cocina -la que está detrás del mostrador-, agarró una sartén de hierro de las pesadas y les hizo frente. Los otros terminaron yéndose por donde habían venido. Se metía en cada una? Murió de viejo el Bandido, a los 96 años, en Luján."En el subsuelo todavía están los billares", susurra Juan Carlos como si fuera un secreto y sigue con la confidencia: señala al fondo donde estaban los "reservados". Ahí sí iban mujeres, pero de las que se pintaban las uñas de los pies. "Vos me entendés, ¿no?", hace de cuenta que me está preguntando.Afuera, en los alrededores de esta esquina de Lavalleja y avenida Córdoba, estaban la carbonería de Doña Juana, la fábrica de pastas de Carmelo, el almacén de Chiche, la óptica de Piccitore. También, la maltería y la huevería, que tenía una bomba de agua de la que "chupaban" todos.Sentado a una mesa junto a la ventana, Mario nos escucha hasta que no...

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