Un grupo de ex empleados perseguidos por el kirchnerismo creará una ONG

Tenía tanto pánico que no se animaba a cruzar el pasillo para ir al baño. Griselda vivía encerrada en una pequeña oficina. Era verano y le habían sacado hasta el ventilador. Una joven de una unidad básica quilmeña de la vigilaba desde que llegaba al trabajo: en un cuaderno anotaba quién entraba y salía, quién le hablaba y qué le decían. "Era una humillación", cuenta la socióloga.

Griselda López Viegas encabezaba desde 2001 la Unidad de Moda en la Cancillería. Por una década amó su trabajo. Su "calvario" -relata- empezó con el desembarco de la camporista Cecilia Nahón, en 2011. "Los chicos quieren ver si la podemos ubicar en la misión comercial. Bajá del avión a la que menos prensa tiene", le pidieron. Los chicos eran La Cámpora y querían colar a una ex novia de en un desfile de Milán. Ella dijo que no.

Pero sus problemas habían empezado antes. No iba a las "charlas de adoctrinamiento", criticaba la falta de telas y se quejaba de que los productos argentinos no llegaban con un buen precio. "Teníamos un Ferrari sin nafta", describe. "Se dieron cuenta de que la unidad que dirigía tenía mucha visibilidad y quisieron callarme." El 28 de diciembre la echaron. Hoy no tiene trabajo.

Los casos como el de Griselda se multiplicaron en los últimos años. Por eso, varios ex trabajadores del Estado desplazados por motivos políticos durante el proceso kirchnerista decidieron crear la ONG Juntos por el Trabajo en Libertad, con el objetivo de denunciar los casos de acoso, violencia, discriminación o persecución en el ámbito laboral estatal, provincial o municipal.

Entre los fundadores están Graciela Bevacqua (desplazada del Indec), Silvina Martínez (IGJ), María Laura Haag (Secretaría de Energía), Fernando Scanavino (IGJ), Sandra Votta (Cancillería), María Alicia Córdoba (Cancillería) y Viegas. La asociación será inscripta esta semana y todos creen que la ONG crecerá. El miedo -dicen- fue el denominador común. Todos lo sintieron. Eso es lo que se contaron la primera vez que se reunieron, simplemente para hacer algo de catarsis, luego de intercambiar mails. También la metodología es sistemática: los despidieron sin aviso ni indemnización, luego de haberles quitado -a veces de manera brusca, otras gradualmente- tareas, herramientas de trabajo y sus oficinas. Pero el acoso estatal, en casi todos los casos, se mantuvo incluso cuando quedaron fuera del Estado, cuando estaban en sus casas junto a sus familias.

"Te convierten en un desaparecido civil", afirma...

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