Cuando la grieta destruye el amor fraternal

Cuando nuestra opinión se vuelve parte de nuestra identidad, cualquier oposición es insoportable y no hay argumentación que la modifique

Esteban y Carina son hermanos. Su relación fue siempre muy próxima y cariñosa. Veraneaban en el mismo sitio, criaban juntos a sus hijos, compartían amigos. Pero hoy se ven poco. Se siguen queriendo pero prefieren preservarse porque para cada uno el otro es un enemigo. Esteban es fuertemente republicano y liberal en el pensamiento y Carina adhiere enfáticamente al actual gobierno. Él ve a su hermana como una ilusa hipnotizada por consignas irreales, enceguecida ante actos de corrupción y delincuencia que hieren a la ética más elemental. Ella apoya la defensa de los derechos humanos y cree que el capitalismo salvaje impide que la sociedad sea justa e inclusiva, los valores de la izquierda siguen siendo los suyos aún cuando no siempre acuerde con algunos dirigentes. Esteban no puede creer que su hermana apoye a este gobierno. Carina no puede creer que Esteban coincida con la oposición. Los primos dejaron de verse con la frecuencia que lo hacían. Los amigos se fueron dividiendo en bandos igualmente opuestos y enemigos. Las reuniones tan alegres antes dejaron de existir. ¿Cómo recuperar la espontaneidad del amor fraternal si los separa un muro que parece infranqueable?

Agustín es viudo, sus amores más cercanos y protectores son su hija, Lorena, casada con Federico y sus nietos adolescentes. Los padres de su yerno fueron leales peronistas mientras que Agustín fue siempre radical. En las navidades y los cumpleaños recordaban con una sonrisa los enfrentamientos durante los gobiernos de Perón allá por los cincuenta. Todo cambió cuando se abrió una brecha dolorosa y torturante. Federico milita en un movimiento gubernamental y defiende con énfasis sus políticas lo que para su suegro es una herida con la que no puede vivir. Quiere mucho a su yerno, lo admira como padre, como marido de su hija y como trabajador dedicado, pero no puede tragar que acepte algunas cosas. Ambos evitan el tema, pero tienen que hacer un esfuerzo enorme para contenerse y no reaccionar lo que enturbió los encuentros familiares.

Andrea y Susana son amigas desde chiquitas. Vivían en la misma cuadra, sus padres eran amigos, siguieron caminos paralelos toda la vida, en la escuela, con los amigos y la familia. Se acompañaron en cada recodo de la vida, se conocen mucho, como dos mujeres amigas pueden conocerse, de adentro para afuera y de afuera para...

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