La gran señora de la ópera

Salvo aquellos privilegiados que siempre tienen explicación para todo lo que sucede en el horizonte de la cultura, a la gente le costó entender la irritación que le brotaba a Maria Callas cuando se nombraba a Renata Tebaldi.

Resulta difícil aceptar que a una artista que había sacudido como pocas el mundo de la interpretación operística, porque ejercía poder absorbente sobre el público y se apoderaba de su emoción de manera irresistible, se le moviera el piso por la existencia de una cantante como Tebaldi, pura y voluntariamente confinada en el espacio operístico. Se podía aceptar la guerra implacable con Joan Sutherland, con su mecanismo perfecto e infalible, cualidad que Callas no siempre lograba exhibir, pero ¿con Tebaldi? No se entendía su encono, que la llevaba a despreciarla y calificar su canto como gaseosa y al de ella como champagne. O arruinarle su Aída, de Chicago, con un alboroto desde la platea por el supuesto extravío de una joya, en el momento en que Tebaldi se disponía a cantar el aria "O patria mía".

Cuando Callas murió, Tebaldi dijo que había muerto "una de las...

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