Mi gran expedición griega

Ya no hay seres mitológicos que surquen las aguas ni guerreros que amenacen las costas del Egeo. Ahora somos turistas en busca de pulpito con cerveza frente al mar. Es mediodía y hace dos horas vamos saltando pequeñas olas, descubriendo capillas perdidas en islotes, salpicados por gotas brillantes, escuchando rock y roll. Disfrutamos la luz y el viento en la cara. También la velocidad. Se puede recorrer de mil maneras las islas griegas, pero ninguna será más apasionante que esta expedición para tripulantes inexpertos.En gomones semirrígidos partimos desde Atenas con todo el equipaje dentro de bolsos de marineros. El inicio no fue fácil. Luego de un par de días gastando suelas en las calles de Atenas, nos embarcamos en Anyssous, a una hora de la capital. El primer destino: Mykonos, el clásico, a 80 millas náuticas (150 km). Pero un cambio repentino del viento nos sacudió con ganas en estos mares de leyendas. Culpa de Poseidón, dirán los que saben. Empapados y mareados debimos desviarnos hacia Kea, un pueblo repleto de viñedos, donde únicamente conocimos un restaurante del puerto. Sus dueños no se fastidiaron con nosotros aunque hayamos ocupado con ropa para secar todas las mesas de su elegante terraza. Incluso nos deleitaron con pulpo, pez espada y aceitunas kalamatas, y hasta nos trajeron la cuenta dividida en diez para que cada uno pudiera pagar con su tarjeta de crédito. Argentinos, sí, cuidando el efectivo.El organizador de este tour atípico es Adrián Dannemann, un agente de viajes de Bariloche con mucha experiencia en navegación. Él corrió regatas por todo el mundo, fue campeón argentino de velero y creó, años más tarde, este circuito por archipiélagos griegos que suelen visitarse en crucero, ferry, avión o avioneta, pero no en una flotilla de botes con 10 metros de eslora y trescientos caballos de fuerza. El recorrido total de la Expedición Acrópolis es de nueve días; unas 500 millas náuticas –900 km–, por siete islas de ensueño que pueden variar según las condiciones climáticas. La primera parte es por las Cícladas; el retorno, por las Jónicas, mucho menos visitadas.Como capitán de la incursión, Adrián decidió un cambio de planes en Kea. Ocho de los catorce pasajeros debimos quedarnos para completar la primera jornada en ferry. El resto del grupo continuó con mar áspero y olas de hasta tres metros –muy respetables en estos botes planos– y nos reunimos todos, horas más tarde, en la isla de Siros, para pasar la noche en un hotel que el organizador...

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