El gran desafío: desmontar el perverso sistema de impunidad

La vida pública está sacudida por un fenómeno extrañísimo. El saqueo del presupuesto que caracterizó la larga década kirchnerista desató un tembladeral en Tribunales, que rompe las clasificaciones habituales. No es una batalla de magistrados puros contra políticos y empresarios deshonestos. A pesar de que la corrupción ya es pornográfica, la novedad más impactante es la impunidad. Es decir, la evidencia de que fechorías que se conocen desde hace años permanecen sin sanción. Esa perversión suele ser diagnosticada por un viejo magistrado en estos términos: "El problema actual de la Argentina es que su sistema judicial fue diseñado para que los culpables zafen, no para que sean condenados".

A esta perplejidad se agrega otra: tampoco se trata de la tradicional persecución de un oficialismo cesarista contra una oposición debilitada. No sólo porque el kirchnerismo conserva palancas institucionales para evitar una condena. También porque el Gobierno carece de autoridad para, si quisiera, acosar a su adversario.

Los jueces y fiscales acostumbrados a tomar la temperatura del que manda antes de ejecutar una decisión están desconcertados. Por eso la declaración de anteayer del presidente de la Corte, Ricardo Lorenzetti, es paradójica. Llamó a los magistrados a no amoldarse al contexto político. Fue un consejo innecesario. O tardío. Hoy es difícil incurrir en ese pecado porque el contexto político no envía señales claras. La hegemonía abrió paso a un desconocido pluralismo.

Por eso en muchos tribunales hay desasosiego. Las miserias de la justicia federal y la dispersión del poder son más visibles contra el telón de fondo de la indignación social. La manifestación más elocuente de ese malestar fue la elección de la provincia de Buenos Aires: millones de personas realizaron un complicado corte de boleta para votar contra Aníbal Fernández, el candidato que simbolizó la contaminación entre política y delito. Ese movimiento determinó el triunfo de María Eugenia Vidal, que, a su vez, condujo al de Mauricio Macri. De modo que en la victoria de Cambiemos hay un mandato de regeneración moral al que el oficialismo debería dar satisfacción.

La presentación de Lázaro Báez frente a Sebastián Casanello y Guillermo Marijuan condensó algunos rasgos de este paisaje general. Báez es enjuiciado por un juez y un fiscal que en los últimos años parecen haberse dedicado a protegerlo. Las retroexcavadoras de Marijuan llegaron a la Patagonia con tres años de demora. Y ni...

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