¡Gracias, Loco Abreu!

Se entiende, perfectamente, que en aquella tarde de 1982, por el Metro, el Beto Alonso se haya quedado arrodillado sin ganas de nada. Sus compañeros de Vélez festejaban con él, armando casi una montonera, pero el zurdo lucía perturbado. Es que sobre el arco del Monumental que da a la Lugones, le acababa de convertir de cabeza a su River, del que se había ido a fines de 1981 enfrentado con el técnico, Di Stéfano. Es lo que hubieran hecho, seguramente, Bochini si se hubiese calzado otra camiseta en su vida y le marcaba a Independiente; o Riquelme a Boca, Rubén Paz a Racing, o el Gringo Scotta a San Lorenzo. ¡Glorias que llevan una camiseta en el alma!El fútbol argentino nos ha mal acostumbrado a infinitos "pedidos de perdón" de los protagonistas a la hinchada de un ex club al concretar un gol. No desentonaría como gesto bien entendido, pero a veces se incurre en excesos que rozan lo demagógico. Pueden darse casos de futbolistas que hayan vestido varias camisetas en un lapso de 3 o 4 años y que, por guardar las formas, sean vistos más veces disculpándose que gritando su gol. Lo que, además, provoca que en la semana previa empiecen los remanidos y vetustos cuestionarios: "Si hacés un gol el domingo, ¿lo gritás?" ¡Como si fuera un pecado capital!Ya cerca de los 38 años, Sebastián Abreu es un hombre razonable, al margen de su apodo; con la cuota de picardía indispensable, reflexivo a la hora de serlo, importante en la estructura de los grupos. Pintoresco. Y corajudo. ¿Cómo olvidar aquella definición por penales de...

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