Los goles de Mauricio que ya van a venir

es un jugador para los segundos tiempos. En los primeros no hay caso: no la mete. En Boca fue de fracaso en fracaso hasta que acertó con Bianchi y consiguió la más gloriosa racha ganadora de la historia del club. En la Ciudad, igual. Pasaron algunos años hasta que pudo aprenderse el nombre de las calles y de los barrios, formar un equipo confiable y entender de qué iba la cosa. Y le pasó en las elecciones del año pasado: ganó en la segunda vuelta. Por eso no quería ni hablar del primer semestre y apostó todo al segundo. ¿Le está ocurriendo lo mismo ahora con Ganancias? La rutilante alianza Mamá (Massa-Máximo) le propinó una goleada en Diputados. Pero el tipo, al que el círculo rojo siempre da por muerto antes de tiempo, parece que se está rehaciendo y acaso va, otra vez, camino de ganar o de empatar heroicamente en tiempo de descuento. Conclusión: no hay que ver los partidos de Macri porque son horribles; hay que esperar que terminen y leer el resultado en los diarios.

Al Presidente tampoco lo ayuda su equipo. Cuando en una reunión de mesa chica le preguntaron al presidente de la Cámara de Diputados, Monzó (perdón, Emilio: tercera columna seguida que me tengo que ocupar de vos; de onda, juro que no es nada personal), si estaba bien mandar la reforma del impuesto a sesiones extraordinarias, contestó que sí. Pronosticó "un triple empate" entre oficialismo, kirchnerismo y massismo, lo cual le daba al bloque de Cambiemos todas las posibilidades de imponer su proyecto. Le hicieron caso porque el blondo se había mostrado hasta entonces como un jugador de toda la cancha. No contaba con la astucia de Mamá, y además algunos lo acusan de no haber puesto la pierna fuerte. Lo concreto es que a Macri en Diputados le llenaron la canasta. Su reacción en el vestuario fue extemporánea: "¡Tráiganme a Bianchi!"

Paradójicamente, su Bianchi vino a ser el propio proyecto y sus impulsores. El triunfo en la Cámara baja fue pírrico. La estrella del equipo, Kicillof, le pifió al cálculo del costo fiscal de la reforma por 40.000 millones de pesos. Mandó una fe de erratas al Senado y a cambio le llegaron dos regalitos: una calculadora y un libro que ya puso sobre su mesa de luz: Rudimentos de economía para principiantes. Se ve que Cristina no quería ser menos que Néstor: "El verdadero ministro de Economía soy yo. Pongan a cualquiera". Pero no fue sólo un problema de hacer mal las cuentas. Lo que parecía una jugada maestra de Massa, alinear al PJ en contra de Macri...

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