Godard y el misterio en la mirada de su perro

En la mirada de un animal nos mira algo que no son sólo sus ojos. Aquello que habita en la mirada no es su propia y aislada individualidad de animal. Hay en esos ojos algo que parece trascenderlos y que espera. Pero ¿qué esperan esos ojos, que no son sólo los de los perros y los gatos -las criaturas que suelen vivir a nuestro lado- sino también los de la ballena azul o del colibrí? ¿Esperan o hay más bien algo que nosotros esperamos a través de ellos?

El poeta Rilke, en la octava de las Elegías de Duino, intentó corresponder el misterio de esa mirada cuando escribió que "lo que está afuera lo sabemos sólo/ por el rostro del animal". Jean-Luc Godard cita los versos en Adiós al lenguaje, su largometraje en 3D que se estrenó hace días en Buenos Aires. Pero la elegía es más extensa, y Godard la retacea, omite el despliegue de la idea poética y metafísica. "Para él su ser es infinito,/ libre y sin visión de su estado, puro como su mirada." El animal ve eso que Rilke llamó enigmáticamente "lo abierto", un horizonte incondicionado por la experiencia del tiempo, que es la nuestra.

Entre muchas otras cosas, entre toda esa cantidad de cosas que es siempre cada película de Godard, Adiós al lenguaje es, aunque quiera despedirse de él, un ensayo sobre el ojo -estamos obligados a acomodarnos a los vuelcos de 2D a 3D-, sobre el lenguaje cinematográfico -y en ese sentido, sobre el tiempo-, pero también un ensayo alrededor de un perro, del modo en que un perro ve y es visto, algo que está más acá (¿más allá?) del lenguaje. La elección del perro ("el único animal que quiere más a su amo que a sí mismo") no resulta intercambiable, aunque admite un alcance más general.

Ya desde el principio, no dejé de pensar que a Roxy -el perro godardiano, el perro del propio Godard- había que verlo como una relectura, una continuación más personal de Balthazar, el burro de la película de 1966 de Robert Bresson. Al azar Balthazar es una fábula, casi una alegoría de las etapas de la vida de todo hombre (los cuidados de la infancia, el trabajo, los castigos, acaso la gloria, la muerte), pero, a la vez, es una parábola acerca de nuestra posición, la de los hombres, frente a los animales: Balthazar conoce nuestro orgullo, nuestra avaricia, nuestra crueldad. El burro pasta de todo eso y muere, dijo Bresson. Y dijo algo más: "El burro tiene un alma, un entendimiento, un corazón". Cuando llevan a Balthazar a trabajar a un circo, Bresson se demora en las miradas que el burro...

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