Un gobierno fiestero al que le encanta marchar

Las marchas del gobierno

Al gobierno argentino le encanta marchar. Es fiestero , aunque muchos nos preguntemos qué tiene para festejar, qué es lo que lo hace tan feliz. En noviembre marchó para celebrar la derrota electoral. En diciembre, el Día de la Democracia. Ahora amenaza con apoyar una marcha contra la Corte Suprema. Supongo que pronto convocará a una marcha en honor al "milagro económico argentino". La onírica sentencia de Joseph Stiglitz es una invitación a hacerlo. Aunque, dados los precedentes con Chávez, sus mimos suenen a beso de la muerte. ¿Qué decir? Las marchas son los San Perón del siglo XXI. Pero, cuidado con tratarlas como folclore, como espuma sin sustancia, humo sin asado. Parece Macondo pero es realidad: nos recuerda que la democracia es como el zapato de Cenicienta, un objeto frágil en el que el gran pie peronista nunca ha estado cómodo.

Nos hemos acostumbrado tanto a ver al Gobierno organizar marchas que nos escapa la enormidad del fenómeno, la desfiguración que inflige a la gramática democrática. La ley de oro, aunque no escrita, de los regímenes democráticos es que el gobierno gobierna y la sociedad civil marcha, protesta, critica de mil maneras y en sus múltiples expresiones. No fue la Casa Blanca la que trajo a Martin Luther King a la explanada del Congreso en Washington, ni el Elíseo el que desencadenó el Mayo Francés en París. Al movilizarse, la sociedad controla al gobierno, lo limita, lo obliga a rendir cuentas. La democracia es esto, en primer lugar: el poder limitado. Si y cuando los que marchan hoy fueran gobierno en el futuro, entonces se invertirán los papeles: es un criterio mínimo de responsabilidad. Recuerdo la vez que un primer ministro italiano, acorralado por las protestas, planteó la hipótesis de una marcha en apoyo a su gobierno. Los anticuerpos se dispararon y se encontró tan abrumado por las críticas que tuvo que tragarse la idea al instante.

Pero en la Argentina no, ¡en la Argentina el que marcha es el Gobierno! ¡Se celebra a sí mismo, aprovechando los recursos públicos! En lugar de respetar la autonomía de la sociedad civil y someterse a su control, pretende encauzarla, controlarla, intimidarla. Es un abuso de poder, es la gramática de los regímenes totalitarios. Es lo que hacían los fascistas, los nazis, los comunistas, el modelo de los Perón, Castro, Chávez. Es gracioso que el presidente Fernández se definiera alguna vez como un "liberal de izquierda": ignorancia o mala fe, se nota que no...

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