Un gobierno distraído por sus obsesiones

Los admiradores de Daniel Scioli suelen describir con una anécdota las obsesiones menos trascendentes de su jefe. Cuentan que una vez, durante sus años como vicepresidente de Kirchner y a punto de tomar un vuelo en Ezeiza, llamó a su colaborador Martín Ferrer, hoy ministro de Desarrollo Social bonaerense, y le dijo que necesitaba "algo importante" que el apuro del viaje le había hecho olvidar. Las urgencias son siempre subjetivas. Scioli pedía el aceite de oliva importado con que acompaña casi todas sus comidas. Y allí fue Ferrer, aderezo en mano, por la autopista Riccheri a llevárselo.Son antojos de gobernador. Karina Rabolini, su mujer, contó en 2008 en la revista Para Ti que una vez, en el departamento que compartían en el Abasto, y mientras controlaba de reojo el televisor que mostraba a su marido en una sesión en vivo del Senado, hurgó en la caja fuerte y se llevó una sorpresa: encontró botellas de vino importado, el famoso aceite de oliva y habanos.Puede parecer insignificante, pero de estas cuestiones emergió una broma que hacen los dirigentes justicialistas y empresarios que lo visitan: "El día que Daniel nos deje probar su vino, quiere decir que las cosas empezaron a cambiar en el PJ", dicen, mientras sueñan con verlo menos distraído en sus propios asuntos y más dispuesto a encabezar un proyecto que los incluya a todos. Hasta ahora no hay novedad: la copa del gobernador suele venir llena desde la cocina, mientras se sirve al resto de los comensales con tinto bueno, pero nacional.Nadie estaría tan pendiente si Scioli no fuera la gran incógnita de una dirigencia que empieza a fantasear con el fin del kirchnerismo y que advierte, para peor, que la economía no ha repuntado aún tanto como se esperaba. Lo admitía el miércoles un operador corporativo de primera línea: "Casi no tengo trabajo. No hay anuncios de inversión y tampoco conviene hacer lobby porque todos esconden la cabeza".No es casual que a Guillermo Moreno le haya costado una enormidad llenar con empresarios de peso el vuelo 1960 de Aerolíneas Argentinas que esperaba salir anoche de Ezeiza rumbo a Vietnam, con escalas en Ushuaia y en Sydney. Es probable que los negocios vietnamitas o el pasaje a 6000 dólares en clase turista no hayan convencido a todos. O, más significativo, que los hombres de negocios estén dejando de ver en Moreno a un funcionario influyente. Porque no alcanzaron ni siquiera los llamados personales de Beatriz Paglieri, alter ego femenino del secretario, para engrosar una...

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