El Gobierno desata su propia corrida

El presidente Alberto Fernandez

Hay algunas materias intangibles que no están en el centro de nuestra visión todo el tiempo, de las cuáles no tenemos demasiada conciencia. Pero rigen el comportamiento de la economía, de nuestra vida cotidiana. La Argentina está teniendo un problema con una de ellas: el flujo de gas. Alrededor de este problema se planteó una trama absurda de inconvenientes para construir un gasoducto. Ahora está apareciendo un segundo problema con otro flujo ligado a lo anterior, que es el flujo de dinero, la moneda, la circulación de la moneda y su emisión. La desconfianza frente al peso, que se va pulverizando. Ese es el problema .

El Gobierno inauguró el 21 de abril, con pompa y circunstancia, un gasoducto al que bautizó Néstor Kirchner. El 3 de junio prácticamente dinamitó ese gasoducto que había inaugurado, y que no había salido todavía de los papeles. Todos sabemos lo que pasó . El exministro Matías Kulfas insinuó verbalmente que había algo raro en esa licitación porque quedaba para el grupo Techint. Hubo un off the record -del que después Kulfas se hace cargo- diciendo que en realidad la licitación se había hecho como un traje a medida para ese grupo. Después, hace pocos días, desmintió esa versión delante del juez Daniel Rafecas . Hay todo un enigma dentro del oficialismo respecto de ese off the record porque hay funcionarios en la Casa Rosada que afirman que Kulfas se lo había mandado a Alberto Fernández antes de hacerlo trascender en la prensa y que el Presidente le dijo: "Bueno, está bien" . No está claro si lo autorizó o no. Es un método bastante riesgoso, insólito. Ya había ocurrido otra vez. Se le imputa a Santiago Cafiero también un mensaje anónimo defenestrando a Federico Basualdo, el subsecretario de Energía Eléctrica que se negaba a aumentar las tarifas. Basualdo, como sabemos, sigue estando en el Gobierno. Pero en ese trascendido lo echaban con los peores insultos.

Lo importante de todo esto es que entró en crisis una obra imprescindible no solamente por razones energéticas. Obviamente que la Argentina necesita transportar el gas que produciría si hubiera clientes confiados en el país y dispuesto a comprarnos ese gas. Sobre todo, a escala internacional en un momento donde el mundo carece de gas por la invasión de Rusia a Ucrania. Rusia es el segundo productor de gas del mundo. Es decir, si tuviéramos una economía ordenada, confiable, tendríamos un gran negocio para hacer en materia energética .

El problema no es solo este. Toda la distorsión que hay alrededor de la economía hace que el problema del gas sea un problema macroeconómico. Como lo tenemos que importar, esa importación demanda una cantidad extraordinaria de dólares. Hay que estar comprando un gas que sale carísimo -por esta carencia que hay a escala internacional- y eso va corroyendo las reservas del Banco Central. Este gas hay que comprarlo a nivel internacional, se vende licuado -nosotros podríamos venderlo si tuviésemos gasoductos, plantas de licuefacción, puertos desde donde exportar- y nosotros lo compramos a barcos que salen carísimos. Y acá apareció el inconveniente de la semana que pasó. Es un problema técnico, delicadísimo, que nos introduce en una crisis financiera. Que introduce al Estado en una crisis financiera. Y nos afecta a todos porque determina mayores niveles de inflación.

¿Qué es lo que pasó? Hay que comprar ese gas y la empresa ENARSA el jueves de la semana, para poder adquirirlo, le pidió asistencia al Ministerio de Economía. No la consiguió. Entonces ENARSA, que es una empresa del Estado y depende a fin de cuentas de Alberto Fernández y de Martín Guzmán, fue a un fondo de inversión que administra el Banco Nación -llamado Carlos Pellegrini- y se deshizo de títulos públicos, de bonos del Estado en pesos que tenía esa empresa, para conseguir ese dinero que le permitiera al mismo tiempo hacerse con los dólares para comprar el gas necesario para, entre otras cosas, generar energía eléctrica. Eso provocó una corrida porque muchos inversores que tienen sus ahorros puestos en Fondos Comunes de Inversión y en títulos cifrados en pesos, que ajustan por inflación, pensaron: "Acá alguien que está dentro del Gobierno se dio cuenta de que pasa algo raro. Vayámonos todos". Y empieza una corrida ya no contra el peso sino contra los bonos cifrados en pesos. Algo que se veía venir. ¿Por qué? Porque se advertía que el nivel de emisión del BCRA para financiar al Tesoro -emisión es absorbida después lanzando títulos en pesos- era tan grande, que en algún momento el mercado, los bancos y los fondos de inversión, no le iban a renovar al Estado esos préstamos en pesos a cambio de títulos por el miedo a que el Gobierno no pague esos títulos.

Fijémonos lo que paso ese miércoles (muestra gráfico). Tenemos por un lado a los socios de fondos comunes de inversión que llevaron a cabo compras aquel día. Quien hizo mayores adquisiciones fue Galicia. Y por el otro lado, tenemos a los que vendieron. El que más vendió fue el fondo Carlos Pellegrini, del Banco Nación, una venta de bonos llevada a cabo por el Estado, por ENARSA, que vende sus propios bonos generando una percepción de que a este Gobierno no hay que prestarle más. Es el mismo Gobierno -que quiere hacer un gasoducto y lo dinamita, el que va al mercado a pedir pesos para financiarse o para esterilizar el dinero que por vía de emisión le da el Banco Central- el que le dice al mercado que no hay que prestarle más al Gobierno. Es un Gobierno suicida, con niveles de incompetencia pocas veces vistos .

El lunes pasado estuvo Alfonso Prat-Gay en Odisea Argentina...

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