El Gobierno desafía la Constitución

El Gobierno se ha alzado contra la Constitución y la Corte Suprema ha salido a defenderla. Estamos asistiendo a un conflicto de dimensiones colosales. El país se ha partido en dos. Dos de los tres poderes del Estado -el Ejecutivo y el Legislativo- se han alineado con la Presidenta, en tanto que el tercer poder restante, el Judicial, se ha alineado con la Constitución. El próximo 27 de octubre, cuando se realicen las elecciones parlamentarias de medio término, los argentinos deberemos optar, por lo visto, entre dos proyectos de vida en común diametralmente opuestos. De un lado estarán aquellos que siguen incondicionalmente a Cristina Kirchner. Del otro lado estarán aquellos que continúan sosteniendo a la República. Entre unos y otros no habrá medias tintas. La nuestra será, en el mejor de los casos, una guerra civil incruenta.

Los técnicos podrían decir que nos estamos encaminando hacia un plebiscito como los que ocurren en aquellas contadas ocasiones en que algún pueblo es convocado a votar por sí o por no una propuesta en la que le va la vida. Pero el plebiscito no está contemplado en nuestra Constitución. A lo que estamos yendo, por ello, no es a un plebiscito "de derecho" regulado previamente por la ley, sino a un plebiscito "de hecho", en el que pueblo habrá de pronunciarse al margen de la ley, sin que su pronunciamiento deje de tener, pese a ello, profundas consecuencias políticas y legales.

La Presidenta exhortó a sus partidarios a ganar este "combate" contra los defensores de la Constitución. La terminología militar que Cristina empleó en esta ocasión indica a las claras que intenta ponerse "afuera" del Estado de Derecho y, en definitiva, "contra" él. La concepción del "Estado de Derecho" inspira el orden de valores que preside nuestra Constitución: primero viene el Derecho y sólo después viene el Estado o, con otras palabras, el poder del Estado sobre los "ciudadanos de a pie" sólo se justifica cuando está fundado sobre el Derecho. En caso contrario hay "dictadura", esto es, el absolutismo del Estado arbitrario cuando se siente absuelto , "desligado", de toda atadura a una ley superior que su propia voluntad. Éste es, en suma, el dilema que nos propone la Presidenta: obedecerla a ella u obedecer a la Constitución.

Nos guste o no nos guste, ésta es la opción que tendremos por delante a fines de octubre los argentinos, cuando debamos renovar el Parlamento. La convocatoria formal de renovación parlamentaria será entonces apenas un...

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