La gobernabilidad, en estado reservado

El Presidente Alberto Fernández, la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.

Como gran impulsor de la reforma constitucional de 1994, Raúl Alfonsín alentaba morigerar lo que entonces ya era inevitable: la reelección de Carlos Menem.

Así, hizo colar en la Carta Magna ampliada, nuevas figuras que buscaban atenuar el presidencialismo que, cuando está fuerte, tiende a ser hegemónico y omnipotente, y que cuando se ve debilitado, como ahora, provoca una sensación de vacío de poder muy peligrosa.

En las últimas semanas estamos viendo como dos sólidas democracias europeas de perfil parlamentario, como las de Italia y Gran Bretaña, alivian sus crisis de poder, mediante la salida de sus respectivos jefes de gobierno, sin poner en riesgo el sistema.

Alfonsín soñaba con que la figura del jefe de gabinete, introducida en aquella reforma, tuviera la relevancia de un primer ministro. De hecho, en la Constitución dice que dicho funcionario es quien está a cargo de la administración del país.

Pero nada de eso ocurrió, ya no solo por decisión de los presidentes fuertes (Menem, Néstor y Cristina Kirchner), que los relegaron a ser meros coordinadores sin peso político real, sino que mandatarios más expuestos (Duhalde, Macri, Alberto Fernández) tampoco los dotaron de suficiente relevancia para que funcionaran como verdaderos fusibles que saltaran en una crisis, y dejaran a salvo la gobernabilidad del primer mandatario para dar vuelta la hoja sin tanto desgaste personal.

Todo lo que viene sucediendo -y lo que va a suceder- tiene como origen principal la crisis de gobernabilidad. Las corridas cambiarias y la inflación que amenaza con seguir escalando, las inquietantes admoniciones de Juan Grabois y Aldo Rico, las bravatas presidenciales, la tensa situación en el Conurbano profundo y la imposibilidad de sentar alrededor de una misma mesa a los principales referentes de la dirigencia argentina para consensuar soluciones, no para intercambiar peleas y chicanas, denotan que nadie, verdaderamente, está "en control".

No sabemos si el frágil esquema contra natura que ideó Cristina Kirchner para que el Frente de Todos ganara las elecciones de 2019, poniendo su jefatura política por debajo del subordinado que nominó para el primer puesto, podría haber funcionado si ella se hubiese conformado en replegarse exclusivamente a sus funciones específicas en el Senado. Alberto Fernández tal vez podría haber llevado adelante un ajuste más racional de la economía.

Era...

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