De la gloria de ficción a la humildad realista

MADRID.- A Mauricio Macri el mundo lo conoce por sus carencias. Un político sin extravagancias, sin adicción a la palabra, sin veleidades ideológicas. De repente, la Argentina es noticia fuera de sus fronteras por la normalidad, después de que una década de revolución imaginaria condenó al país a un piadoso olvido. Hubo siempre amenazas más peligrosas para las grandes potencias que un gobierno sudamericano incapaz de pagar deudas y decidido a dar lecciones de comportamiento.

El contraste es buen pagador para Macri, convertido ahora en anfitrión de líderes internacionales. Cristina Kirchner había huido de Occidente hacia ninguna parte, sin más aliados que las naciones bolivarianas y la Rusia de Vladimir Putin, a quienes la ligaban menos las ideas que unos negocios de dudosas pretensiones.

Macri supo estar ahí en el momento justo. Sucedió al kirchnerismo -que ya se había resignado a perder el poder cuando eligió a Daniel Scioli como candidato- y casi en simultáneo empezaron a desvanecerse los movimientos de hipotética izquierda que dominaron la política latinoamericana del siglo XXI, desde Venezuela hasta Bolivia, pasando por Brasil. Su política exterior se basa hasta ahora en los manuales de sentido común. Evitar insultos. Pagar las deudas. Pedir ayuda a los países desarrollados. Fomentar el comercio. Si hay un atentado terrorista, condenarlo de inmediato sin aclaraciones culposas.

Queda por ver cómo procesa Macri la euforia por el aparente magnetismo que causa la Argentina modelo 2016 y si puede sacarle...

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