Gerard Mortier: el gran agitador cultural y rebelde de la ópera

Anteayer, a los 70 años, a causa de un cáncer, murió uno de los grandes rebeldes de la ópera contemporánea: Gerard Mortier.

Perteneció a una familia de panaderos. Su educación jesuítica, según dijo varias veces, le permitió preservarse siempre en lo que consideró lo más importante: el estudio y el trabajo. Estudió en Alemania antes de ser contratado como asesor (1979-1981) de Rolf Liebermann y de Hugues Gall en la dirección de la Òpera de París. "Tengo mis detractores, mis hooligans , pero también tengo un público muy fiel", dijo en una oportunidad, y esa afirmación claramente podría sintetizar su paso por el mundo. Mortier fue un verdadero agitador cultural que despertó amores y odios. Alguien con una versión radical en el campo de la gestión cultural que demostró toda vez que estuvo a cargo de festivales o en la conducción de grandes teatros públicos.

Cuando dirigió el Teatro de la Moneda, de Bruselas (1981-1992), cuadruplicó el número de asistentes; renovó el perfil curatorial del Festival de Salzburgo (1992-2001) tras la muerte de Herbert von Karajan, su director anterior. En ese marco, por ejemplo, programó a los catalanes de La Fura dels Baus. También fue director de la ópera de París. En esa sala logró un 90 por ciento de funciones agotadas con una programación que incluía un 40 por ciento de óperas del siglo XX, bajando el promedio de edad de 57 a 42 años.

Entre su gestión en la Ópera de París y su designación en el Teatro Real, de Madrid, vino por única vez al país para participar del segundo encuentro de teatros de ópera latinoamericanos (OLA) que se realizó en el Teatro Argentino de La Plata. Si bien eso fue en 2009, Leandro Iglesias, director del Argentino, lo recuerda de este modo: "Era un docente fantástico. Siempre andaba con una libretita en la que se la pasaba haciendo anotaciones. Pasó por todas las mesas que hicimos haciendo un gran esfuerzo por hablar en castellano. Su verdadera preocupación era la creación de nuevos públicos. No le interesaba la tradición por la tradición en sí misma. Era tan coherente con esa postura que por eso mismo se vino a La Plata y no se fue a un seminario en el Teatro Colón". En La Plata conoció al director Alejo Pérez, al que se llevó varias veces a trabajar al Teatro Real (ver recuadro).

Mortier estaba impactado con los autores latinoamericanos, a los que consideraba más importantes que los norteamericanos. Por esa misma razón no entendía el motivo por el cual las autoridades del Colón habían...

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