El futuro del sistema de inteligencia

Al asumir la presidencia de la Nación, Alberto Fernández afirmó que la intervención de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) apuntaría a encarar una "reestructuración de todo el sistema" y adelantó que los fondos reservados de ese organismo dejarían de ser secretos y serían reasignados para financiar la lucha contra el hambre.Días atrás, el primer mandatario le propuso continuar como directora de ese organismo a su actual interventora, Cristina Caamaño, militante de la agrupación Justicia Legítima y exfuncionaria del Ministerio de Seguridad durante la gestión de Nilda Garré. Esos antecedentes no tendrían un significado específico si no fuera porque la doctora Caamaño se manifestó en plena campaña electoral en términos inquietantes para la cultura institucional que debe inspirar a la República. Por ejemplo, pidió una reforma de la Constitución para impedir que el Poder Ejecutivo vuelva a endeudarnos. Más que la audacia con que esta abogada se arriesga en materias financieras, llaman la atención su desconocimiento y su menosprecio del derecho, ya que nuestra Constitución atribuye al Poder Legislativo el manejo de la deuda pública.Desde el retorno de la democracia, la mayoría de los gobiernos violaron la ley al utilizar en su provecho el principal servicio de inteligencia del Estado, al tiempo que consentían u ordenaban a los agentes realizar tareas también ilegales. Este proceso se agudizó con el kirchnerismo, que llevó adelante una grosera manipulación facciosa de la entonces Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE). El mayor agravio que se registra con la democracia desde 1983 ha sido la manipulación del espionaje para controlar la Justicia Federal, ya sea para perseguir a los rivales o para garantizar la impunidad de los leales. Ese vicio prosperó bajo el mando de Néstor Kirchner como en ninguna otra administración, con maniobras a las que quedaron asociados los nombres del espía Antonio Stiuso y de sus principales gestores. Cristina Kirchner, debe reconocerse, desmanteló ese esquema de intervención subterránea sobre los tribunales ejecutado por su esposo. Pero lo sustituyó por otro: el del alineamiento ideológico de una cofradía como Justicia Legítima. La señora de Kirchner sustituyó la Secretaría de Inteligencia por la AFI, se respaldó en una facción interna acaudillada por Fernando Pocino -y enemistada con Stiuso- y, olvidando lo que indican las normas, confió sus necesidades de espionaje al Ejército, a cargo entonces de César...

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