A los funcionarios, su propia medicina

"Señora, si no le gusta, tómese un taxi." El colectivo hacía su recorrido por la zona sur de la ciudad bajo el sol atroz del verano porteño y la "señora" increpada por el chofer había atinado a quejarse por los bandazos, las frenadas bruscas y un par de semáforos cruzados en rojo que nos tenían a todos con el corazón en la boca.

La mujer hacía bien en reclamar un poco de prudencia al conductor. Se había atrevido a poner en palabras lo que los aterrorizados pasajeros sufríamos en silencio. Sin embargo, nadie la respaldó. Tal vez por temor a crispar aún más al chofer y terminar causando la catástrofe que hasta el momento se había evitado de milagro, pero sin dudas más, mucho más, porque en el fondo todos sentimos que el conductor había acertado con una verdad de hierro: eso era el transporte público; si uno quería viajar sentado, sin tironeos ni sofocones, efectivamente, tenía que tomarse un taxi. O comprarse un auto. En el colectivo, con llegar a destino sin esguinces y con la billetera intacta, había que darse por satisfecho.

Una extraña resignación se ha instalado entre los ciudadanos respecto de la calidad de aquellos servicios públicos que son cruciales para la integración de un pueblo, como la educación, la sanidad y el transporte. El fenómeno, que no es nuevo pero se agrava, tiene tres aspectos que algunas noticias aparecidas en las últimas semanas permiten poner en relación.

Por un lado, el ciudadano que puede se repliega cada vez más en el ámbito privado y se desentiende del público, que de todos modos financia con el pago de impuestos. Por otro, los funcionarios encargados de imponer, recaudar y administrar esos impuestos parecen admitir tácitamente que los sistemas que ellos mismos diseñan y administran no son del todo buenos. Porque también ellos suelen elegir para sí y para sus familias los servicios privados. En el medio, los que no tienen opción quedan rehenes de un Estado mediocre que los atiende como si fuera una institución caritativa y no el agente de cohesión y desarrollo que debería ser.

Poco después de que la Presidenta hubiera recurrido a un sanatorio privado para cuidar su salud, la muerte de un camillero en el hospital Posadas motivó recorridas periodísticas que mostraron el estado deplorable de instalaciones donde, como en tantos centros de salud pública en todo el país, el personal hace lo que puede. Paralelamente, la noticia del auge de la homeschooling y el crecimiento sostenido de la...

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