Fuerzas Armadas, cada vez más postergadas

Por más que la concepción del Estado-Nación, elaborada desde el cardenal Richelieu o, si se quiere, desde mediados del siglo XVII, haya menguado a raíz de los procesos de globalización e internacionalización que han caracterizado al mundo desde fines del siglo XX, en la Argentina el cambio ha superado todo lo imaginable. Ha habido desde el Gobierno un esfuerzo manifiesto por desculturizar las nociones de defensa nacional en relación con la necesidad de contar con fuerzas armadas profesionales, motivadas para cumplir las órdenes que se imparten dentro de la lógica de las operaciones de guerra desde que el hombre es hombre, y dotadas de los recursos y adiestramiento suficientes a fin de responder a los objetivos superiores que el poder político trace en función del interés nacional.Sería simplificar en exceso el cuadro de responsabilidades históricas por la actual situación en el país si se concentraran las imputaciones sólo sobre los gobiernos de los últimos nueve años y, en particular, el de esta última parte. En ellos está, sin duda, el núcleo ideológico y oportunista que ha maltratado a las instituciones militares con plena conciencia de hacerlas pagar por los excesos indudables cometidos durante la represión del terrorismo de la izquierda fascista de los años setenta. Pero todo eso ha sido hecho, además, con olvido de que se trata de instituciones permanentes de la Constitución Nacional, que los gobernantes deben cumplir y hacer que se cumpla en su letra y espíritu.Nada de lo que ocurre con las fuerzas armadas se entendería si no se comenzara por la siguiente observación: los asuntos militares están fuera de la agenda política general del país. Ni la sociedad en su conjunto pregunta por esos asuntos ni la oposición se hace cargo con suficiencia de un vacío que, esperemos, no sea nunca recordado como de abandono general de responsabilidades por las cuales deberán pagar, como nación, las próximas generaciones de argentinos.Si el apotegma de que una certera imagen fotográfica vale por mil palabras, la foto de un grupo de granaderos con el devaluado vicepresidente de la Nación en el instante en que entonan en Santa Cruz el tema "Arde la ciudad", de La Mancha de Rolando, alivia de otras consideraciones sobre lo que el oficialismo espera del espíritu militar. Esa imagen insólita se proyecta sobre un plano en el que los ascensos y bajas del escalafón militar se producen según criterios arbitrarios y discriminatorios, que ignoran con harta frecuencia las...

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