Cuando las fronteras se diluyen

La ficción y la realidad diluyen todo el tiempo sus fronteras en el juego de escaramuzas que desde hace una semana pone al rojo vivo la temperatura televisiva.Para acercarse a la gente, los jugadores más fuertes del tablero mediático llegaron a la conclusión de que no hay nada mejor que aportar la mayor dosis posible de verosimilitud a cada propuesta. Como si se quisiera mostrar al televidente que el mundo con reglas propias de la pantalla chica resulta más creíble si los personajes que toman parte de él se muestran como seres reales con vida propia.La existencia televisiva (que por definición resulta virtual, ficticia) empieza a adquirir otro carácter cuando sus protagonistas son presentados y expuestos con rasgos de identidad propia, jugando en lo posible a ser sí mismos, sin quedar tamizados por un papel que se fija de antemano. A menos que ese mismo papel sea lo suficientemente exitoso como para que su intérprete decida agregarlo a su carta de presentación.Los resultados están a la vista y atraviesan en estos días todo el mapa de programas, estilos, géneros y apuestas televisivas concebidas desde múltiples perspectivas para buscar el respaldo de la audiencia y ganar la pelea diaria por el rating.Vemos, por ejemplo, cómo las ficciones ganan de a poco en espíritu "realista" a través de la moda creciente de promover la aparición de figuras que se interpretan a sí mismas o representan en otro espacio del mismo canal al personaje exitoso impuesto previamente desde otro horario. Lo que se busca es aquello que el marketing identifica con la fidelización: lograr que el público sostenga en el tiempo el respaldo a una marca (en este caso una emisora televisiva), cuyas...

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