El frente interno de Scioli cruje antes de tiempo

Las ironías más hirientes hacia la medida que acaba de tomar Axel Kicillof, que obligó a los Fondos Comunes de Inversión a contabilizar al dólar oficial sus tenencias en bonos, no se oían ayer tanto en la plaza financiera como en el entorno de Daniel Scioli. Esos aspirantes a herederos del kirchnerismo mostraban sarcasmo por la pérdida diaria que la iniciativa de un gobierno presuntamente progresista acababa de reportarles a títulos que, a través de la Anses, pertenecen en última instancia a los jubilados. Pero tanto estupor moría allí, en confines sciolistas. No aparecieron, contra lo que indicaría la lógica en un cambio de administración que se presenta como "continuidad", reproches directos ni hacia el Palacio de Hacienda ni hacia la Comisión Nacional de Valores (CNV), autora de la resolución. La explicación a tanto silencio es insólita: en la provincia de Buenos Aires temen que cualquier encontronazo con la facción más radicalizada del Gobierno provoque mayor empecinamiento en decisiones de corte ideológico. Como si Kicillof contestara a críticas conservadoras con caprichos revolucionarios. Es un poco el abordaje psíquico que hacen quienes conocen a Cristina Kirchner: con ella, mucho más que con su marido, toda conversación se corta en el momento en que emerge una disidencia.

La desconfianza sciolista explica lo que en voz cada vez más alta se insinúa en el oficialismo: la pelea entre la guardia pretoriana kirchnerista y su sucesor se adelantó a la elección de octubre. Aquellos que tienen más para perder lo plantean en público; los que portan cargo, apenas solapadamente. "Scioli puede ser una transición constructiva para el regreso de Cristina Kirchner", dijo esta semana Diana Conti y se sumó a la idea Estela de Carlotto. El miércoles, durante la exposición Defensa de la Industria, que se hizo en Costa Salguero, Kicillof había sido más sutil: se apuró a agregar "... y Zannini", la fórmula completa, cuando exhortaba al auditorio a "seguir trabajando con Scioli". Hasta los carteles de campaña venían excluyendo la foto del secretario legal y técnico.

Las implicancias de esta dialéctica multiplican las perturbaciones de empresarios que, desde hace tiempo, creen que aquí toda extravagancia es posible. Y más a pocas semanas de la despedida, cuando la militancia podría sobreactuar su combate a las corporaciones. Sería una especie de reivindicación final para que, cuando aflore la pelea de fondo, acaso el año próximo, haya quedado claro quién...

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