Frente al falso Monzón

Entrenar boxeo a los 43 años, cuando mi único mérito para congeniar tamaña decisión fue haber visto peleas de Alí, Leonard y Tyson, guarda una explicación: puede que sea el deporte más parecido a la vida. Y la primera palabra que un novato encuentra en este desafío es: adrenalina. Adrenalina para cumplir con una rutina aeróbica de 90 minutos que lleva a cualquier aspirante al título de "momia adulta" a poner en marcha el instinto de superación.

En mi última clase en el gimnasio de Bonifacio Boxing Club, en Núñez, salté por primera vez al ring para hacer un "guanteo". La consigna era clara: marcar los golpes. Sin embargo, en estos ejercicios la mano puede salir pesada. O lo que es peor: puede llegar pesada.

Durante tres rounds mi tarea era ensayar movimientos de ataque. Y mi rival, Gustavo Auteri -un contador de 46 años- sólo podía defenderse. No era casual: Auteri, con cuatro años de entrenamiento y un "directo" parecido al de Carlos Monzón, tenía la mano prohibida.

Cuando sonó el timbre que hace de campana, nos trenzamos en una pelea cuerpo a cuerpo. Mi corazón corría una maratón inolvidable. Concentré los sentidos en tirar un golpe tras otro, uno tras otro. Jab, directo, gancho y cross. Así, en ese orden. Pensé: "Hasta...

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