Frente a las cámaras, una Presidenta suelta y muy locuaz y un Papa sonriente

ROMA.- Poco pudo verse de la visita de dos horas que le hizo ayer Cristina Kirchner al Papa. Como se había adelantado, Francisco no la recibió en Santa Marta, como en las tres oportunidades anteriores, sino en el llamado estudio "del Fungo", porque en su entrada hay una estructura arquitectónica de los años 60 parecida a un hongo.

A diferencia de la última vez, no hubo almuerzo y tampoco ruidosa delegación de La Cámpora en el séquito. Y a la Presidenta se la vio radiante, suelta y muy locuaz en los pocos momentos que fueron públicos.

No bien llegó y saludó al Santo Padre con un apretón de manos, sorprendió a los monseñores de la Casa Pontificia allí presentes al decirle a Francisco, risueña: "Tenemos que sacarnos una foto, porque si no...". Acto seguido, cuando los dos posaron para los fotógrafos, uno al lado del otro, suplicó: "¡Manito, manito!". Ante la mirada atónita de los funcionarios del protocolo Vaticano, Jorge Bergoglio, dócil y sonriente, enseguida le tomó la mano a la Presidenta, para felicidad de fotógrafos y camarógrafos. Segundos después, los dos desaparecieron detrás de una doble puerta de madera para iniciar su cuarto cara a cara en dos años y dos meses de pontificado.

Durante la espera de 1 hora y 45 minutos, afuera hubo un cortocircuito interno. Monseñor Guillermo Karcher, ceremoniero pontificio argentino y hombre del Papa para todo lo que tiene que ver con sus compatriotas, muy gentilmente hizo pasar a un grupo de periodistas que no integraban el "pool" acreditado para estar adentro, que se había quedado afuera, bajo la lluvia. Esto irritó a algunos funcionarios del Vaticano, que, molestos, intentaron echar a los "intrusos". La escena confirmó que, aunque Francisco ya entró en su tercer año de pontificado, al rígido protocolo Vaticano aún le cuesta adaptarse a la informalidad argentina.

Fiel reflejo de esto, durante el compás de espera era evidente que iba creciendo la impaciencia del entorno papal. Monseñor Georg Ganswein, prefecto de la Casa Pontificia y secretario privado de Benedicto XVI -también llamado el George Clooney del Vaticano, que suele acompañar a Francisco en sus audiencias-, conversaba amablemente con los presentes y miraba su reloj. "Sandrone", el ayudante de cámara del Papa, acercaba el oído a la doble puerta cerrada para tratar de oír movimientos. Monseñor Luis Rodrigo Ewar, otro argentino que trabaja en la Prefectura de la Casa Pontificia, repasaba el listado de las 20...

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