El fotógrafo de la ilusión del mundo

Podría decir que en las ferias de la cultura soy un voyeur, alguien que mira de afuera. Claro que, a diferencia del tango, esas cosas que nunca se alcanzan están ahí, al alcance de la mano. Soy un voyeur sobre todo porque trato de no implicarme en la escena vista, una escena que me es ajena. A la Feria del Libro hace años que voy por causas puramente profesionales. El caso de arteBA es algo diferente, tal vez porque los artistas -como por otra parte los músicos- me resultan en general mucho más interesantes que quienes escriben (¿será que busco lo que no tengo?). Pero también, o por lo mismo, porque cuando voy a arteBA es para encontrarme con amigos.

En eso estaba, un poco distraído en la charla y en el paseo por los stands de cada galería, cuando Jorge Mara me hizo notar que había algo que no podía dejar de verse. Era una selección mínima de los trabajos de Miroslav Tichý, el fotógrafo voyeur por excelencia. La muestra estaba cerca de la entrada de la feria, en el Photobooth de Citi, y la había traído la Galería SIX, de Milán. Fotos destrozadas de mujeres, de partes del cuerpo de mujeres, piernas sobre todo, que parecen daguerrotipos.

Tichý había nacido en Kyjov, en la República Checa, y pasó, durante el régimen comunista, varias temporadas en la cárcel y en asilos psiquiátricos. Hasta aquí, nada raro, salvo la definición que, ya viejo, él dio de sí mismo. "Soy un Tarzán retirado". Lo era: una especie de salvaje en el mundo del arte. Esto lo dice en la película de Roman Buxbaum que se llama justamente Tarzan retired, y que lo muestra -barba larga, casi sin dientes- en su ámbito: una construcción de madera que compartía con dos ratas, vasos sucios, las fotos, todas diseminadas por el piso, y las cámaras que se fabricaba ese hombre, "herramienta de la percepción", como también le gustaba definirse. "Soy un observador, un observador minucioso de todo."

"Lo único que hice fue dejar pasar el tiempo." La confesión es un golpe de genio; después de todo, la fotografía es un arte que se fija en un plano, pero que está hecho de tiempo encapsulado; supone un movimiento o una quietud, hechas de tiempo. Eso mismo es lo que Tichý nos muestra en sus fotos, casi de casualidad. Eso, pero no únicamente eso. Para el fotógrafo, fiel seguidor de la filosofía de Arthur Schopenhauer, el mundo es una pura ilusión, una representación. Las fotos de Tichý son el registro de esas ilusiones del mundo. El registro deliberadamente defectuoso, agregaría yo, de esa...

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