Una foto para Roma, un problema para Olivos

"Se vienen meses muy bravos. Octubre, noviembre y diciembre van a mostrar el piso de los indicadores económicos y el mayor impacto de la inflación y la recesión. Sabemos que predomina un malestar social muy fuerte y también que hay sectores que van a jugar sus últimas fichas para tratar de desgastarnos". Sentado en su sala de reuniones de la Casa Rosada, un importante funcionario retrató así eltemor que rige en la cúpula del poder: que se instale una dinámica de fin de año turbulento en las calles, después de meses de agitación en los mercados. Si superan esa prueba, creen en el Gobierno, ya vendrá el año electoral, donde se sienten mucho más cómodos que en la gestión de crisis.La cuestión también se abordó el miércoles en una reunión de gabinete de la ciudad de Buenos Aires, epicentro habitual de las manifestaciones. Allí, convocó a sus funcionarios a estar alertas para actuar preventivamente. El tránsito de los festejos olímpicos a las marchas callejeras podría ser muy abrupto.En el Ministerio de Desarrollo Social admiten que "la situación está peor que a principios de año, pero no se ha agravado en los últimos meses". Desde mayo, cuando tomaron conciencia de que 2018 no sería lo que prometía, reforzaron la ayuda por distintas vías para prevenir cualquier irrupción que complicara aún más el contexto. Allí están, en el corazón del conurbano profundo, asistentes sociales, dirigentes barriales, movimientos comunitarios, sacerdotes y pastores haciendo una tarea de contención para mitigar las carencias y evitar desbordes, a la espera eterna de que la recuperación económica en algún momento les alivie la carga.Hay una tensión diaria, pero curiosamente por ahora la situación no se desbocó. Todos los actores políticos reconocen que hay dos explicaciones. Una es el alcance masivo y consolidado de los planes sociales. Esa red que se inició con el Jefes y Jefas del duhaldismo, que se amplió con el kirchnerismo y que Cambiemos formalizó, es la malla más eficaz para garantizar algo de lo mínimo a los más marginados. La otra explicación es que ninguno de los actores con poder real parece dispuesto a agitar los fantasmas que cada diciembre se instalan en la Argentina desde 2001. Los intendentes del peronismo no buscan desestabilizar, en parte porque saben que ellos mismos corren riesgos irreversibles, y en parte porque asumen que hoy no tienen una construcción alternativa consolidada. "Ninguno de nosotros quiere que la situación se desborde, hay...

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