Una fórmula seductora

Desde que el general Juan Domingo Perón, en su condición de presidente de la Nación, pidió intervención oficial al Dr. Carlos Quiroz, embajador argentino en Tokio, para acelerar la llegada al país del japonés Yoshio Shirai, campeón de los moscas y eslabón imprescindible para que el mendocino Pascual Pérez se convierta en el primer campeón mundial en 1954, la política quedó definitivamente aliada a este deporte. El boxeador representa un símbolo ideal del sacrificio y el esfuerzo a la hora de la consagración. Constituye una fórmula seductora, que a modo de apoyo real o figurativo, sentido o conveniente, acercó a los hombres del poder en los instantes cercanos a la gloria del obrero del ring. Aquellas históricas salutaciones presidenciales que, sinceras y orgullosas, eran declamadas por divos del cuadrilátero en los 60, fueron cediendo lugar al ingreso organizativo de los sindicatos, junto con sus popes, de jornadas pugilísticas, ruidosas y populares.El líder metalúrgico Lorenzo Miguel fue artífice de todo ello en 1974, cuando ideó y patrocinó el campeonato argentino de los trabajadores "José Ignacio Rucci". Miguel, que además cobijó con puestos de trabajo a pugilistas "retirados en desgracia", infló su pecho en aquel certamen en el que Juan Domingo Suárez levantó las banderas de su...

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