Un fondo que incentiva a la cultura nacional

La recientemente nombrada presidenta del Fondo Nacional de las Artes, la arquitecta Diana Saiegh, ha efectuado interesantes declaraciones acerca del organismo que deberá presidir y que fueron incluidas en las páginas de este diario.En primer lugar, cabe congratularse de que la designación haya recaído en una persona vinculada con el mundo de la cultura, a quien las pulsiones de nuevas corrientes e iniciativas artísticas no le son ajenas. También es positivo que la presidenta de ese organismo ya haya actuado en él como integrante de su directorio. Por una vez, no recaerá sobre el bolsillo de los contribuyentes el costo del aprendizaje que muchos funcionarios recién designados deben hacer para entender el sentido y el funcionamiento del organismo en el que deben prestar sus servicios.En este sentido, el Fondo Nacional de las Artes es una entidad ejemplar, cuyo diseño institucional debe mucho a grandes figuras de las finanzas, la intelectualidad y el derecho, como Adalbert Krieger Vasena, Victoria Ocampo y Rodolfo Moltedo. No hay organismo como este en el mundo. Hasta la propia Organización de las Naciones Unidas para la Ciencia y la Cultura (Unesco) ha propiciado estructuras similares para los países que la integran.Concebido inicialmente como una especie de entidad bancaria especializada en el financiamiento de las artes y de los artistas, al extremo de que uno de sus directores es designado por el Banco Central de la República Argentina, el Fondo percibe cánones de todos quienes utilizan creaciones intelectuales cuyos derechos hayan caído en el dominio público: en términos muy genéricos, a partir de los setenta años de la muerte del respectivo creador.El Fondo fue dotado originalmente de un importante capital, que la inflación ha hecho desaparecer, pues el Estado ha omitido efectuar posteriores aportes. Por lo tanto, esa entidad sobrevive gracias a sus propios esfuerzos recaudatorios. Para colmo, varios gravámenes cuyo importe engrosaban sus arcas, con el tiempo, desaparecieron. No para aliviar a los abnegados contribuyentes, sino con destino a otros organismos de creación posterior y, a veces, de dudosa transparencia, inspirados, creados o fomentados a instancias de quienes de antemano saben que se beneficiarán de su opacidad y discrecionalidad.No ocurre eso con el Fondo Nacional de las Artes, cuya sabia carta orgánica, de 1958, establece la responsabilidad patrimonial personal de sus directores en el manejo de los dineros públicos que se...

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