El fin de año se acerca sin tregua gremial

El sindicalismo antropófago está de regreso. Volvió a pesar de un debate interno que hubo hace poco más de un mes en la después de una jornada en la que el dólar saltó de 35 a 40 pesos en unas horas. Esa tarde los gremialistas se comprometieron a cuidar la gobernabilidad y tomar distancia del incómodo estigma desestabilizador que los acecha desde las salidas anticipadas de los presidentes radicales (13 huelgas, una cada cinco meses) y (nueve paros en dos años).Hace dos días, todavía con un pie en el escenario desde donde un sector del peronismo intentó mostrarse como alternativa electoral para 2019, Héctor Daer y Carlos Acuña desafiaron con un paro general de 36 horas para noviembre. De concretarse, sería el quinto en contra de la gestión de . La estrategia de activar una huelga se había conversado como una posibilidad, aunque jamás como una certeza. El apresurado anuncio de los dos jefes de la CGT cosechó adhesiones, pero también rechazos. La interna en la central hierve incluso con el moyanismo ya lejos de la toma de decisiones.El giro de la CGT tiene explicaciones a la vista. Una es electoral. Como nunca antes en muchísimo tiempo, los gremios volvieron a sentirse con voz de peso en la mesa chica del PJ. La primera línea de la central obrera viajó a para el y manifestó su compromiso de trabajar por la unidad, un deseo imposible. Dirigentes gremiales que hasta hace un tiempo se rehusaban a una reconciliación con Cristina Kirchner intentan convencer hoy a los gobernadores, a y al senador que es necesario un acuerdo electoral con la expresidenta si es que anhelan de verdad derrotar a Cambiemos.Distinguen en el electorado kirchnerista la roca que puede volcar a favor la balanza. Los sindicalistas hablan hoy de crisis económica y de una debacle social, a pesar de los millones del (FMI) que destinaría el Gobierno para evitar un fin de año turbulento.Otro de los argumentos que empujó a la CGT a apurar un plan de lucha del que no todos están convencidos es la tensa relación que la une hoy con la Casa Rosada. Ni siquiera los dirigentes más afines intervienen para calmar a los sectores más radicalizados. Adiós al cauteloso optimismo y a las expresiones disciplinadas."El Presidente no creo que nos quiera recibir. ¿Para qué? No hay plan económico, la inflación comió los salarios y no tienen cosas ciertas para proponer. Salvo que haya un desborde social y la gente se lo lleve puesto, recién ahí vamos a intervenir nosotros para ayudar", se jactó un...

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