La fiesta inolvidable

A bailar que ganamos por robo, gritaba Victoria Tolosa Paz haciendo el trencito de la "idem" asida de la cintura de Axel , mientras Máximo llamaba a mamá y Gollán agitaba una de las jeringas para aplicar las millones de vacunas que nadie sabe por qué siguen en la heladera .

Había pasado apenas una hora del cierre de las PASO del domingo pasado. Empezaba para el Frente de Todos "la fiesta inolvidable", tan inolvidable que concluyó como la película del mismo nombre, en la que Peter Sellers terminaba rompiendo decorados, cayéndose al agua e inundando con espuma la casa del productor al que quería convencer de que era buen actor.

Del festejo por el seudotriunfo que les daban los boca de urna de algún enemigo encubierto -o pagado- pasaron al silencio; del silencio, al caraculismo que conlleva la admisión de la derrota y, del sentido mea culpa, directamente a los bifes. De " estamos con Alberto " a "A lberto es un enfermo, un mequetrefe y un okupa ", según dijo la diputada kirchnerista Fernanda Vallejos, quien lo acusó de atrincherarse en Olivos, de no haber aprendido nada de Néstor y de ser un desagradecido con Cristina, a quien ni siquiera invitó a la quinta para el cumple de Fabiola . En rigor, esto último no lo dijo, pero siendo que al justicialismo le gustan tanto las fiestas, seguramente lo pensó.

" Qué fantástica, qué fantástica esta fiesta ", seguía cantando y pegándole al parche un heredero de Tula afuera del búnker del oficialismo en aquella primera hora en que la veleta le señalaba dudosos buenos vientos. Haber elegido la canción de Raffaella Carrà fue una pegada, especialmente porque pronosticaba lo que se venía en el Gobierno para Alberto: " una fiesta con amigos y sin ti ".

El Presidente quedó tan flojo de amistades que en aquella misma noche fatídica intentaron vaciarle el gabinete y se supo que Dylan preguntó por el perrito Balcarce previendo que tendría que refugiarse en otra quinta que no fuera la de Olivos. Pero Alberto resistió los embates. ¡Cómo no! Resistió cinco días.

Pasó de todo en una semana, a tal punto que la fiesta sigue, pero ya con otros protagonistas . Bastó con que Cristina escribiera el jueves una carta pública incendiaria para que Alberto dejara el cuartel de bomberos al que lo habían confinado y empuñara el matafuego contra varios ministerios. Tiró espuma a lo loco, pero no pudo evitar que el fuego arrollador de la señora le chamuscara varios funcionarios de su confianza. Biondi , el vocero de pocas palabras...

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