Cuando la ficción ilumina la realidad

¿Cuántas violaciones son demasiadas?", se preguntaba la crítica norteamericana Margaret Lyons hace pocos días a propósito de una escena perturbadora de Game of Thrones, en la que Sansa Stark es violada en su noche de bodas por su marido. A ella se le suma el final de temporada de Outlander, emitido ayer, donde el protagonista es violado y torturado por el villano (que ya había intentado violar sin éxito a la heroína y a su cuñada). Un romance que nunca evita confrontar la realidad histórica, Outlander había dejado en claro el sojuzgamiento de las mujeres en la Escocia del siglo XVIII en la que transcurre la serie (como la narradora llegó allí viajando en el tiempo desde 1945, el contraste es aún más marcado para un espectador de 2015).

En los Estados Unidos, el debate pasa por si hay "necesidad" dramática de someter a sus personajes a situaciones extremas que pueden afectar no sólo la sensibilidad de la audiencia (y su identificación con la víctima) sino romper el "pacto escapista" que solía ser el contrato estándar de un espectador con una ficción televisiva. Algo así como "Ya sé que pasa en la...

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