Sin ferrocarriles y sin rutas

No hace falta observar con juicio crítico el recorrido total de la ruta nacional 8 hasta San Luis. Con la atención puesta en los modestos 180 kilómetros que median entre Pilar y lo que se conoce como el segundo cruce de Pergamino alcanza para reprobar a un largo ciclo de administraciones del país.Si desde hace años se la llama "la ruta de la muerte", bien que en una competencia amarga con otras carreteras nacionales y provinciales, ha sido por la trágica sucesión de accidentes fatales con los cuales han respondido a un tráfico de enorme caudal su magra anchura y su complejo y peligroso recorrido.Con ser una de las rutas centrales del sistema vial argentino, el trazado impiadoso de la 8 pasa en aquel tramo de Pilar-Pergamino por los transitados márgenes vecinales de San Antonio de Areco y Capitán Sarmiento; atraviesa la periferia céntrica de Arrecifes, y prolonga desde allí hasta Pergamino un fenómeno inaudito de semáforos que, más que ordenar, desbarajustan el tránsito. Lo que es útil en una gran ciudad de poco sirve para la seguridad y el flujo vehicular en una gran carretera.Desde la presidencia de Arturo Frondizi la Argentina ha desarticulado una red ferroviaria urgida ya entonces de un mantenimiento apropiado. Hoy hay menos vías y estaciones y menor articulación del territorio nacional; hacinamiento y destrato de los pasajeros; inseguridad en todos los órdenes del servicio. Como la tragedia lo certificó en Once.Como si también en esta materia hubiera sido necesario manifestar los ímpetus refundadores que han caracterizado con reiteración a la Argentina, de un día para el otro se apostó por la creación de un parque automotor de origen nacional, prácticamente inexistente antes de Frondizi. Pero se renegó del ferrocarril.Con vaivenes que a lo largo de medio siglo llevaron a la instalación y disolución de numerosas fábricas automotrices nacionales y extranjeras, a subas y bajas en la producción de vehículos, el transporte automotor tiene una presencia relevante en la Argentina, tanto por su integración con los países del Mercosur como porque franjas significativas de la población, que no acceden a la vivienda propia, desvían recursos a bienes de menor costo y duración más efímera como el automóvil. Del ahorro ni hablar, porque la inflación lo disuade antes de que se constituya y, si en ese punto fracasa, toma la revancha después, al licuarlo.La mayor paradoja de todo esto es que la pretensión de un país que se jugó por entero a la carta del transporte...

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