El fenómeno Cambiaso

Se inició muy chico taqueando en La Martina, el campo de su familia en Cañuelas, provincia de Buenos Aires. Cuando jugó su primera definición del Abierto de Palermo de polo, en 1992, Adolfo Cambiaso (h.) tenía apenas 17 años. Pocos lo conocían, pero rápidamente, entendidos y neófitos en el deporte advirtieron que había un fenómeno en ciernes. De hecho, semanas antes, en su debut, ese chico con cara de ángel había alcanzado el récord histórico de goles en un partido del Abierto: 16. Talento, desparpajo, frescura. Todo se combinaba en aquel jugador que llevaba el 1 en la espalda y que se convirtió en el preferido de Ellerstina, flamante club de la zona de General Rodríguez por entonces, convocado para un nuevo proyecto por Gonzalo Pieres, seis veces campeón del Abierto con La Espadaña.Cambiaso perdió aquel partido con Indios Chapaleufú, pero nada frenaría el ímpetu y voracidad ganadores de un jugador brillante que siempre demostró un eximio dominio del caballo, del taco y de la bocha. Hace un par de semanas volvió a destacarse en Palermo a los 43 años. Veintiséis años después, en esta última final se lució jugando uno o dos goles de valorización arriba de todos los 10 de hándicap presentes. Lejos de ser un partícipe complementario, brilló como en sus mejores tiempos. Revitalizado, convirtió 12 goles, incluidos penales de 60 yardas y hasta dos tiros desde unas 100 yardas en diagonal. Quienes lo imaginaban en la curva descendente de su carrera se llevaron una gran sorpresa. Cinco o seis años atrás, los dolores de ciática lo tenían a maltraer. Pensó incluso en el retiro, preocupado por su día a día una vez que dejara de galopar a 60 km/h por las canchas del mundo. Realizó un tratamiento en Estados Unidos, cambió su rutina física y hoy por hoy está en plenitud, compitiendo contra excelentes jugadores de entre 10 y 15 años menos que él.Enfrentó numerosos desafíos en su carrera. Generó algunas polémicas, como aquella de promover la presencia de la hinchada de Nueva Chicago en los primeros años de La Dolfina, cuya camiseta llevaba los colores del club de Mataderos, con la finalidad de popularizar el deporte. Pero jamás dejó de defender sus convicciones. No las abandonó ni siquiera cuando le tocó perder.Afrontó uno de sus mayores retos a los 25 años cuando decidió independizarse de Ellerstina, la mejor organización de polo del mundo, y de Gonzalo Pieres para encabezar su propio proyecto. No pocos le auguraban un promisorio futuro con La Dolfina, su...

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