La felicidad a la vuelta de la esquina

Una simple frase puede revelar una historia. Será por eso que cuando estoy en lugares públicos, por ejemplo la mesa de un bar, mi oreja se escapa tras las conversaciones ajenas. Aquellas que uno puede escuchar sólo a medias son las mejores. "Mañana lo voy a dejar", le dice una mujer a su amiga, y entonces el libro que estamos leyendo se nos cae de las manos. Queremos saberlo todo, incluidos los detalles, pero en medio del ruido que hay en el lugar -otras voces, un pedido que canta el mozo, el tintineo de cucharitas y pocillos- llegan hasta nosotros sólo palabras sueltas y expresiones deshilvanadas que vamos conectando entre sí con ayuda de la imaginación.

Ahora la gente conversa por WhatsApp. Esas frases ajenas que nos dejan a la expectativa llegan por escrito. Lo comprobé el sábado pasado, ya bien entrada la tarde, mientras hacía la cola ante la única caja del minimercado de mi barrio. Delante de mí esperaba una mujer hermosa que llevaba un frasco de aceitunas en la mano. Tenía un aspecto juvenil y una edad difícil de determinar, pero sin duda había llegado a ese momento en que uno siente que dobla la curva de la mitad de la vida. De pronto, sin advertirlo, abrió su WhatsApp ante mis narices. Sin intención, lo juro, como si apoyara los ojos en el diario que despliega el vecino, no tuve más remedio que leer en la pantalla de su celular lo que ella misma estaba leyendo: "Hoy podemos empezar a ser felices!"

Cuando llegó a la caja, la mujer sumó a su compra uno de los vinos más caros en exhibición. Lo eligió con cuidado, con ayuda del dueño del local. Supe entonces que esa misma noche iba a descorchar esa botella junto a quien le había enviado, hacía apenas segundos, aquel mensaje. Supe también, por su expresión, por su aire reconcentrado pero distendido, que ella le ponía más de una ficha al pronóstico o al deseo que ese mensaje contenía. La frase podía sonar remanida o gastada en una canción, pero aparecida de la nada en medio de una anodina tarde de barrio, en el mundo real, en la vida concreta de la mujer que me antecedía en la cola del mercado, tuvo un efecto transformador. De pronto la vida estaba llena de posibilidades. Incluida la de ser feliz. Al menos había dos que lo iban a intentar, al parecer. Y uno de ellos era esta mujer hermosa que compraba un buen vino para celebrar una ceremonia secreta que acaso podía ser el inicio de algo. "Hoy podemos empezar a ser felices!"

No había conversación que seguir, en este caso. No había en el...

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