Los familiares de los tripulantes se abrazaron ante la primera luz de esperanza

MAR DEL PLATA. Por la mañana, la visita del obispo local -Gabriel Mestre- para compartir una oración. A la tarde, muy concurrida, una conmovedora e íntima misa -también en la Base Naval- a cargo del capellán David Ochoa. Un abrazo de fe para los familiares de la tripulación del submarino ARA San Juan, que ven correr las horas y los días sin indicios alentadores. Los dos contactos con los sacerdotes tuvieron un lugar común: la congoja y el llanto de madres, padres, hijos y hermanos que esperan reencontrarse con los suyos.

Tanto rezo compartido pareció encontrar señales para creer: avanzada la noche, apenas una hora después de la ceremonia religiosa, se supo de las llamadas satelitales que habrían partido desde el submarino. Y se iluminó la esperanza. “Fuerza Argentina. Confiamos en Dios. Los esperamos”, se leía en una bandera atada antes de medianoche sobre el frente de la unidad militar.

Es que no fue fácil el día para los familiares de los 44 marinos. Los partes que las autoridades les acercaron durante el día fueron duros, crudos, realistas sobre un escenario que parece cada vez más complicado. “Nos gustaría tener mejores noticias, pero no les podemos mentir”, les dijeron sobre un operativo amplio pero hasta ahora escaso de datos que alimenten optimismo. Se triplicó el esfuerzo de medios por aire y mar, pero los vientos y el oleaje juegan en contra. Las mujeres, en particular, lloraron al escuchar al jefe de la Base Naval, almirante Gabriel González.

“Tenemos esperanza, se han preparado para salir de esto”, dijo María Morales, madre de Luis García, tripulante del submarino. Fue una de las pocas que aceptó, breve y al paso, un contacto con la prensa. El resto prefirió el silencio y compartir esta vigilia en la Base Naval, ofrecida para albergarlos, tener contacto pronto y directo con las autoridades y al mismo tiempo recibir asistencia de un equipo interdisciplinario compuesto por profesionales de la Armada y Ministerio de Defensa de la Nación.

Pero también en la Casa de Jefes, donde incluso algunos familiares pernoctan a modo de guardia, la tensión crece. Anteayer fue con los superiores por quejas sobre el modo en que se informó la crisis a los familiares y demoras en sumar naves al rastrillaje. Ayer, ya con la angustia en alza, porque las buenas noticias escasearon y los indicios de preocupación se acentuaron. “Es angustiante...

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