Nosotros o ellos: la falsa división que complica y delata al kirchnerismo

Cristina Kirchner eligió una estrategia muy clara para . En vez de ofrecer argumentos para recuperar el consenso social, se repliega sobre su base. Y sus rasgos se exageran hasta volverla una caricatura de sí misma.

La acentuación de la propia identidad tiene muchas dimensiones. Una es económica: después de , vuelve a celebrar el conflicto con los holdouts y refuerza la intervención sobre el sector privado. Los costos de esa jugada son tan secretos como los acuerdos negociados en Pekín.

El kirchnerismo también agudiza su tendencia a la acumulación patrimonial. El operador de tragamonedas y propietario del banco Finansur, , se adueñó de Ámbito Financiero. Y en el Ministerio de Planificación, a cargo de , festejan la marea de inauguraciones con que la Presidenta anega sus últimos meses en Olivos.

Detrás de cada anuncio hay una licitación que casi siempre favorece a una empresa amiga. Basta observar el Gasoducto del Nordeste o una reciente compra de helicópteros para las fuerzas de seguridad.

En esta persistente imitación de sí mismo que realiza el kirchnerismo también aparece la pretensión de impunidad. Mientras la opinión pública sigue en estado de estupor por el , , y Axel Kicillof emitieron, hace dos semanas, el decreto 196, por el cual se libera de responsabilidad a los funcionarios que representan al Estado en la conducción de empresas privadas, por si alguien pretende llevarlos a la Justicia por decisiones dañinas para esas compañías. Un blindaje para quienes se han desempeñado como directores en, por ejemplo, Papel Prensa, el Grupo Clarín o YPF. La diputada , del , acaba de pedir la derogación de esta norma. Y el legislador Mauricio D'Alessandro presentó un recurso de amparo. El decreto es curioso: gracias a él, el ministro Kicillof garantiza la impunidad a Kicillof, el delegado oficial en Siderar, en YPF y en las asambleas de Clarín. Si la comparación con la última dictadura no fuera tan ofensiva, habría que recordar la autoamnistía que dictó Bignone en 1983.

El kirchnerismo corona esta huida hacia sí mismo con un endurecimiento discursivo. Cristina Kirchner se refiere a "ellos" y "nosotros", no a "ustedes" y "nosotros". Ha resuelto hablar nada más que a su propio grupo. Esa clausura llega al extremo de la polarización emocional. Como si la muerte de Alberto Nisman sólo hubiera acongojado a quienes no comulgan con su administración, el duelo colectivo la ha vuelto más jocosa. Una derivación del "vamos por todo": al otro se lo avasalla o se lo ignora.

Esta propensión a encerrarse en el propio universo quedó condensada en las imágenes de la Presidenta tomándose una selfie. Hay que entenderla. Ese giro autorreferencial acaso sea el único movimiento posible para alguien que registra una imagen muy negativa para más de la mitad del electorado. Ella no está pensando en construir una mayoría sobre la que se afirme un sucesor de su partido. Antes aspira, como...

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