Explotación en talleres textiles clandestinos

Hasta 20 personas viven y trabajan hacinadas en un cuarto de 16 metros cuadrados junto a siete máquinas que les ametrallan los oídos, entre divisiones de durlock, con cables sueltos por el piso, un solo baño y sin lugar para desayunar un mate cocido con pan o almorzar algo de arroz o guiso. "Así se vive en los talleres. Las condiciones de trabajo eran muy asquerosas; a veces no tenés tiempo ni para respirar", resumió a LA NACION un hombre que pasó por los talleres textiles clandestinos cercanos a La Salada.

Desde que tomó contacto con La Alameda comenzó a trabajar en la cooperativa textil y se prestó de cuerpo entero para dejar al desnudo la explotación que sufren sus compatriotas de Bolivia y de otras colectividades. Pide reserva de su identidad para continuar infiltrándose en esos lugares y grabar, con cámaras ocultas, lo que allí sucede.

Contó a LA NACION, con voz pausada y serena, que cuando llegó al país trabajó en varios talleres en el barrio El Olimpo, donde hoy abundan los que proveen indumentaria a las ferias de Lomas de Zamora, Once y la calle Avellaneda, en Flores. "En 1998 pagaban 100 o 150 pesos por mes como ayudante de costura. Hoy se pueden ganar hasta 1500 trabajando todos los días de 7 a 22", afirma.

Recordó que desde 1996 hasta 2008 pasó por varios talleres textiles, en los que las condiciones eran inhumanas. Tiene 41 años, está en pareja, es padre de tres hijos y además de trabajar en la cooperativa de La Alameda milita por la causa y se involucra en las investigaciones.

"Se descubrieron talleres para grandes marcas con condiciones muy jodidas. Incluso veía chicos jugando en el taller con cables sueltos por todos lados"...

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