Experiencias de vida, aquí y también en México

En una recorrida por la calle Suipacha, entre Corrientes y Sarmiento, para hacer tiempo, quien esto escribe recogió dos expresiones que le llamaron la atención. En el cine Ideal, una de esas salas porteñas que fueron muy lujosas, en la que hace muchísimos años se estrenaban grandes películas de Hollywood y de Europa ganadoras de premios y ahora está dedicada a filmes llamados "condicionados", sobre los vidrios prudentemente pintados de negro de las puertas resaltaba un cartelito con la leyenda en letras de imprenta: "Cine para adultos". El tiempo, con sus mudanzas, ha llegado a darle a la expresión un significado muy restringido y hasta contradictorio.En el negocio siguiente, cambio total de tema, porque se trataba de la confitería Ideal. Con ese aire finisecular que se extraña a la hora del té, sobre un mantel blanco bordado que cubría todo el piso de la vidriera, en una elegante bandeja con pie y aprisionadas por una campana de vidrio, se exhibían tres o cuatro relucientes facturas, también con un cartel, pero hecho a mano: "Facturas como «las de antes»".Esta columna había rescatado ya una observación sobre facturas: las medialunas que se ofrecían como "inolvidables" también desde un cartel, clavado en un poste, en una de las calles más concurridas de Escobar. Otra vez, la gastronomía, para demostrar que es uno de los motores más poderosos para la inspiración lingüística y el recuerdo agradable.Precisamente sobre el tema de las palabras perdidas, el doctor Marcelino Cereijido, del cual muchos lectores quizá conozcan y hayan leído el libro dedicado a su maestro en la ciencia, que se llama La nuca de Houssay , envió un correo electrónico a Línea directa...

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