La excelencia, arriba del escenario; debajo, reclamos y caras largas

Para hacer un balance de ballet en 2016 se puede poner en la mesa de estudio a Onieguin, la obra que todo bailarín quiere hacer: lo mejor que se vio este año en el género por la compañía más importante del país. Onieguin es útil hoy para demostrar varias cuestiones. Primero, la solidez y el brillo que tienen los bailarines del Teatro Colón cuando interpetan una obra maestra, montada por repositores con experiencia y seriedad, en tiempos apropiados. Por sus características narrativas, además, la joya de Cranko da posibilidad de lucimiento técnico y dramático a un abanico de personajes. Marianela Nuñez compuso una superlativa Tatiana -figura argentina en el Royal de Londres, es ya una de las mejores bailarinas del mundo-, y no sólo Alejandro Parente fue un Onieguin con la madurez justa y necesaria, sino que Federico Fernández resultó magnífico como Lensky y Natalia Pelayo compuso una encantadora Olga. Pero el caso Onieguin ilustra, también, la otra cara de esta moneda que es el Ballet Estable: tres repartos se alternaron en escasas cinco funciones. Las comparaciones son odiosas, pero a veces esclarecedoras. No en Londres -donde Nuñez cuenta que el Royal sale más de un centenar de veces a escena cada temporada, cinco veces más que la de su país-, sino en la vecina orilla, el Sodre que dirige Julio Bocca hizo 14 funciones de Onieguin este mismo año.

En el Ballet del Colón, que dirige Maximiliano Guerra, 2016 empezó con un Lago de los cisnes postergado. La promesa de reprogramar esas cinco funciones quedó en el mismo limbo que las posibles giras por el interior y las dos funciones de Giselle con las que esta semana hubiera cerrado el año en la sala. Pero explicado como un error de coordinación, únicamente quedaron los espectáculos previstos en el anfiteatro del Centenario. Así, mientras Cacho Castaña hacía lo suyo al reparo de los frescos de Soldi, el cuerpo estable debutaba al aire libre frente a un puñado de espectadores. El público, con los días, se fue enterando de que algo pasaba en el parque y colmó las gradas: al finalizar el segundo acto del clásico, la compañía alzó un reclamo extenso resumido en la palabra "Basta", que los presentes corearon. Por ser más reciente y por el peso de la lista de reclamos desatendidos -para interiorizarse, se puede leer el Facebook Bailarines del Ballet Estable del Teatro Colón-, a la hora de mirar el año la imagen de estos artistas, con los vaporosos tutús y los carteles en alto, puede más.

El vaso medio...

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