Europa mide a los poderes conocidos

Hombre de mensajes directos, desprovistos de eufemismo o doble sentido, Alfredo Di Stéfano, entre carraspeos, decía que la auténtica Copa de Europa era la que se disputaba en su época, cuando sólo participaban los campeones de cada liga. Se avanzaba en eliminatorias de partido y revancha, y la amenaza de quedar rápidamente al margen era mayor. Con ese sistema, la Saeta Rubia conquistó cinco trofeos (1955 a 1960) consecutivos con Real Madrid. Únicamente su ex compañero Gento tiene más títulos individuales, con seis.

Con el tiempo, a medida que el fútbol se transformó en un producto comercial y el hincha pasó a la categoría de cliente, la Copa de Europa se anabolizó. Más equipos, formato extendido. Más global, con todo lo que ello implica: más desigualdad bajo un mismo paraguas competitivo. Una minoría poderosa y una mayoría de recursos limitados.

Renombrada como Liga de Campeones desde la temporada 1992/93, hoy empieza el torneo de clubes que abarca a un continente y se consume en el mundo entero. Que tiene un desarrollo claramente segmentado: una etapa de grupos en varios momentos anodina, con resultados previsibles, y los posteriores play-off, en los que los candidatos se van encontrando a medida que se achica el embudo que conduce al título. El margen para la sorpresa o el imprevisto es mínimo.

Los favoritos son los de siempre: Real Madrid (campeón vigente), Barcelona, Bayern Munich (estrena DT con Ancelotti) y Juventus. Al Atlético de Madrid, por mandato de Simeone, no le gusta cargar con ese rótulo de arranque; prefiere ir demostrándolo partido a partido. Queda por ver cuánto crecen dos proyectos que desde hace tres temporadas apuntan a la cima europea, sustentados en los petrodólares de los Emiratos Árabes y Qatar: Manchester City y París Saint Germain. Ambos pusieron sus equipos en manos de prestigiosos técnicos españoles, país que tiene un dominio histórico (16 trofeos y 11 subcampeonatos) y contemporáneo (los últimos tres títulos).

Manchester City va por la consagración que no alcanzó con Mancini y Pellegrini. La apuesta no pudo ser más alta: contrató a Guardiola, que en tres temporadas en Bayern Munich no pudo repetir alguno de los dos títulos que conquistó con Barcelona. El límite fueron las semifinales, siempre contra rivales españoles que se le atragantaron: Real Madrid, Barcelona y Atlético de Madrid. PSG, agotado el ciclo de Blanc, se inclinó por el...

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