Estupor y vergüenza

La causa estupor y mueve las fibras más sensibles de una sociedad sumida ya desde hace mucho tiempo en una profunda incredulidad y hostigada por los incesantes y crudos enfrentamientos que se promueven fundamentalmente desde el seno del poder político.

Es un hecho de una trascendencia institucional inusitada la sorpresiva muerte de Nisman, fiscal de una de las causas de mayor gravedad: el atentado contra la sede de la AMIA, ocurrido el 18 de julio de 1994, en el que fallecieron 85 personas y hubo centenares de heridos, sin que hasta el momento haya sentencia, no obstante las más de dos décadas transcurridas.

El deceso del fiscal no es un hecho aislado: ocurre en un turbio contexto político y judicial signado por el ocultamiento, la mentira flagrante, la incoherencia y las operaciones cruzadas donde lo que menos parece importar a los funcionarios es la necesidad de verdad y justicia.

La Argentina siguió durante años la pista iraní en la causa del atentado, pero, a partir de la presidencia de la señora de Kirchner, se procuró cambiar esa línea negociando temerariamente con los principales acusados, los iraníes, sentando las bases de un acuerdo que ni siquiera Teherán se aprestó a convalidar y que fue declarado inconstitucional por la Cámara Federal en nuestro país, tras haber sido ratificado por la mayoría kirchnerista en el Congreso Nacional.

La denuncia de Nisman de la semana pasada, por la que pidió que se llamara a declaración indagatoria, entre otros, a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y al canciller Héctor Timerman, acusados de querer encubrir a Irán "fabricando la inocencia" de los ex funcionarios de ese país, debe ser debida y rápidamente investigada.

Para que ello ocurra es indispensable no entrar en disputas de tipo ideológico, ni en apresuramientos, ni en mezquindades políticas ni de ninguna otra especie, avanzando con celeridad y sin descartar ninguna hipótesis. Y los mismos requisitos deberán aplicarse en la investigación de las causas de la muerte del fiscal. Por desgracia, sobran los casos en la justicia argentina en los cuales se sospecha de la parcialidad de las sentencias o, peor aún, en los cuales, pese al transcurso de los años y a veces de las décadas, se carece de una sentencia de primera instancia.

Demasiado contaminada se encuentra ya la causa AMIA como para pretender ensuciarla aún más. Transparencia y certidumbre probatoria es lo que precisan estas investigaciones, y, para ello, es menester que no sólo el...

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