El espectro de Ubaldini y el show de las hipocresías

Comenzó la temporada de tiro al pichón. Hace un mes y chirolas los principales caciques que protagonizaron esta hipócrita semana de rebelión peronista -Pichetto, Gioja, Bossio, Caló y Moyano- comían cordero horneado con papas dominó frente a Barack Obama, lo elogiaban sin rubor, brindaban por "un nuevo comienzo" y felicitaban al Gobierno por ese espaldarazo colosal. El peronismo clásico ofrecía un acuerdo de gobernabilidad, sugería no alentar un mani pulite y aceptaba discretamente que Cristina y Kicillof le habían endosado a Cambiemos un calvario económico; la Pasionaria del Calafate permanecía en silencio; la voluntad judicial para ir a fondo con la matriz corrupta de su proyecto era todavía una incógnita, y las centrales obreras estaban más quietas que rueda de repuesto.

Treinta y cinco días después ese escenario político parece bombardeado: sólo quedan ruinas y dudas. El Gobierno levantó el cepo judicial y los jueces decidieron avanzar sobre el estado mayor kirchnerista: todos los días hay un imputado más, la corrupción superó a la inseguridad en la preocupación de los argentinos y el tema levanta el rating de los programas de televisión. Finalmente, a la sociedad le cayó la ficha, y a los pícaros les cuesta caminar por la calle: los escraches son repugnantes pero también deben leerse como un síntoma de la calentura generalizada. A la gente le cuesta un poco entender, a golpe de vista, dónde termina el río y dónde comienza el océano: cristinistas y peronistas de diverso pelaje fueron casi todos partes obedientes del aparato megalómano del kirchnerismo, que va quedando asociado a potentados bajo múltiple sospecha inmobiliaria, fastuosa flota de autos, erotismo por el billete, cultura Laverap, incompetencia provechosa y falsedad ideológica. El proceso es tan fuerte que no se salva ningún cristiano: también el macrismo debe dar explicaciones en tribunales por los Panamá Papers. Nadie conduce este Pacman jurídico y nadie por ahora puede detenerlo, porque la sociedad otea y exige, y sus ilustres señorías danzan al ritmo enloquecedor de esa música demandante.

Otro factor que desarmó el escenario de concordia fue la reaparición de la bailarina de los balcones y su apuesta por el estallido. Los restos del peronismo se han juramentado en secreto que la dama no volverá a conducirlos (y a someterlos) nunca más. Y en consecuencia, luego del show frente a Comodoro Py quedaron extremadamente preocupados por dos plegarias atendidas: su capacidad de...

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