La ESMA hoy: la difícil transición en un espacio emblemático

El cartel, de arpillera y con letras desparejas, está colgado de las rejas verdosas, interpela a transeúntes y autos que circulan por la Avenida del Libertador. "Libertad a Milagro Sala", puede leerse. Cruzando la reja aparece un sendero sembrado de árboles con otro mensaje directo: "Fuera Obama de la ESMA". Amarrada a la terraza del emblemático edificio que alguna vez fue sede de reuniones de la jerarquía militar, flamea otra bandera con un texto sugestivo: "Basta de despidos. ATE".

Cuatro décadas después de haber comenzado a ser el mayor centro de detención, tortura y muerte de la última dictadura militar, las 17 hectáreas que componen el edificio donde funcionaba la Escuela de Mecánica de la Armada son testigos de una batalla silenciosa.

O, si se quiere ser más preciso, la incómoda transición entre vecinos que se tratan de manera cordial, pero que apenas esconden las notables diferencias que los separan.

"Esto es como una administración de consorcio. Para todo hay que consultar y pedir permiso", comentan con una mezcla de ironía y resignación desde la Secretaría de Derechos Humanos, que encabeza Claudio Avruj.

Desde el triunfo del Mauricio Macri, la nueva administración inició un proceso simultáneo de "deskirchnerización" de la ex ESMA y de acercamiento a los organismos de derechos humanos, que junto con el gobierno porteño conforman el ente tripartito que administra la veintena de edificios y los más de mil empleados que trabajan día a día en el predio.

"Cada uno de quienes estuvieron aquí durante la dictadura tiene su pedacito de historia, sus sufrimientos y sus recuerdos particulares. Por eso nadie puede tener la potestad sobre el relato de lo que aquí ocurrió", cuenta Avruj, mientras recorre con LA NACION el sitio de memoria, donde funcionó el centro de detención y torturas, hoy convertido en museo.

De buen diálogo con Abuelas de Plaza de Mayo, que encabeza Estela de Carlotto, Avruj trabó un vínculo de "respeto" con los organismos, varios de los cuales administran sus propios edificios.

De todos ellos, hay nula relación con Hebe de Bonafini y sus Madres de Plaza de Mayo, y conflictos más directos con la agrupación Hijos, reponsables de los carteles contra la visita de Obama.

"Los roces son parte del cambio de gestión. Se convive, pero siempre decimos lo que pensamos", afirma a LA NACION Carlos Pisoni, ex funcionario de la secretaría durante la administración anterior e integrante de Hijos, organización a la que desde la secretaría...

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