¿Quién escucha a las víctimas de Milagro Sala?

no lo debe poder creer. Después de años de ganarse fama de golpeadora, de ejercer violencia moral y física sobre decenas de personas, de haber comandado una banda de matones que también arreglaba las cosas a los tiros y a los golpes, en fin, después de una aquilatada carrera de hechos de crueldad y alevosía que la tienen como protagonista, un creciente número de organismos internacionales y de entidades de derechos humanos está pidiendo su liberación. Está reclamando que lo jueces que la juzgan -todos nombrados por el anterior gobierno de Jujuy, que era del mismo signo político que Sala- se olviden de los graves cargos que pesan contra ella, incluido el manejo altamente sospechoso de los millonarios fondos que recibía del gobierno kirchnerista, y la suelten, lo que equivaldría a considerarla una presa política. Una Leopoldo López de la democracia argentina.

Saquémonos el sombrero. No sólo claman por su libertad Cristina Kirchner, Nicolás Maduro, Evo Morales y Rafael Correa, que forman parte del elenco estable de populistas siempre prestos a salir al rescate de uno de los suyos. Los pedidos vienen de las Naciones Unidas, del secretario general de la OEA, de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, del Mercosur, de Amnesty International, de Human Rights Watch, de la ONG Robert Kennedy y de otras decenas de entidades del país y del mundo. Un concierto de instituciones respetables, de organizaciones prestigiosas, de voces reconocidas se ha erigido en abogado defensor de la líder de la Tupac Amaru. Y hasta le ha llegado de regalo un rosario del Papa.

¿Cuál es la exigencia? Que el gobierno de Macri fuerce su liberación. Digamos, que pase por encima de la Justicia. Asombroso. Insisto: asombroso, además, tratándose de Milagro Sala, porque su prontuario, sus golpizas a hombres y mujeres indefensos, sus métodos salvajes de disciplinamiento y su pequeño ejército de represores no son cosas de hace décadas opacadas por el paso del tiempo. Son todos hechos recientes y flagrantes, con cientos de testigos. Las víctimas de Sala están vivas y muchas ya han brindado sus desgarradores testimonios ante la Justicia y ante la Secretaría de Derechos Humanos de Jujuy. La mayoría sólo se animó a hablar cuando Milagro Sala cayó presa. No son macristas, integristas, neoliberales ni agentes de la CIA. Son jujeños de a pie, todos ex integrantes de la Tupac. También están vivos, y sueltos, sus victimarios, los matones a sueldo que se unían a la jefa en la tarea de...

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